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La prensa y el lejano oeste

La prensa y el lejano oeste

Tomás Hernández

En las buenas películas del oeste, en las clásicas, suele haber siempre un viejo periodista, a veces también algo borrachín, que regenta un cuchitril con una prensa donde edita un periódico de pomposo título, y que está enfrentado al cacique del barrizal y casas de madera que llaman ciudad.

También suele haber en esas películas alguien, casi siempre un marginal, y éste sí siempre borracho, que cita textos de Shakespeare. Sorprende en una vida tan ruda y elemental, y violenta, como la de los pioneros del lejano oeste, esas referencias a Shakespeare en la barra del ‘saloon’, o en la casa de comidas, o en el burdel. En esas películas, el pobre y viejo editor vence al final, y la verdad relumbra y el poderoso, rico y muy malvado, acaba en la ignominia y el menosprecio de todos. En la realidad suele ocurrir justo lo contrario.

La existencia de esos seres marginales, el periodista en un mundo de revólveres, el recitador de Shakespeare en un ámbito de analfabetismo, reconfortan al espectador y muestran el valor de la palabra.

El periodista de hoy en día, hay más periodistas que poetas, trabaja frente a un ordenador, sentado a una mesa de oficina, y el poderoso es el dueño del periódico, que además es dueño también de un puñado de emisoras de radio, algunas cadenas de televisión basura, y uno o dos semanarios de pensamiento único.

Pero parece que en estos tiempos hayan vuelto viejos fantasmas que creíamos enterrados. Han vuelto las guerras de religión, quién lo iba a decir, aunque Kapuscinski ya advirtiera del enfrentamiento siempre larvado entre oriente y occidente (‘Viajes con Herodoto’), y Ángela Vallvey publica estos días un demoledor artículo sobre una aguadora pasquitaní condenada a la horca por ser cristiana.

También el viejo periodista que defendía su razón con una antigua prensa, parece que ha regresado. Ahora no tiene rostro, aparece en nuestras casas con la inmediatez de sólo teclear su nombre y escribe libremente y sus lectores son muchos más que los que vivían en aquellos poblachones en medio de la nada. Son el mundo entero. Cualquier persona que conozca la lengua en la que escriben.

A la prensa empresarial este nuevo periodista la ha cogido con el paso cambiado. Unos pocos de estos bloggers juntos convocan más lectores que algunos periódicos. Además su pensamiento es libre, variado, barato de producción y gratis para el lector. Ése es el reto, aunque la prensa quiera ponerle puertas al campo con la ayuda inestimable de alguna ministra.

Aquí, en un lugar pequeño, hay dos periódicos digitales. Y eso es bueno. Los dos cumplen años por estas fechas al parecer. Uno, cinco. El otro, dos. La ya dilatada trayectoria del primero la recoge Morgan. El segundo es joven todavía, pero se va abriendo camino como aquellos viejos periodistas del far-west.

Mientras, la prensa empresarial, diarios como El País y El Mundo, aceptan la desvergüenza de ir al Aiún a cubrir una información vigilada y que se niega a los demás periódicos. Ignominioso para una prensa libre.

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