Assange: ellos sabían hacerlo
rosa maría artal
De repente, un hombre que difunde información que los gobiernos no quieren que sepamos, se convierte en el enemigo público número 1. Menos mal que wikileaks “solo cuenta trivialidades y cotilleos” como dicen los displicentes habituales. La persecución a Julian Assange no tiene precedentes conocidos. Ni a Ben Laden se le ha acosado con tanta saña. Así que sabían cómo hacerlo.
¿Por qué entonces no actúan de la misma forma con los auténticos forajidos de nuestra estabilidad?
¿A cuántos traficantes de droga, de sexo, de armas, de dinero e influencias, corruptos, ladrones, dictadores, sátrapas, pedófilos, violadores, contrabandistas, defraudadores, desfalcadores, malversadores, evasores fiscales, usureros, mafiosos, han cerrado las cuentas los bancos suizos? A los nazis les costó lo suyo.
Visa y Mastercard que admiten transacciones de todos los enumerados y además del Ku Klus Klan ¿estiman que es más peligroso un hombre con información?
¿Por qué no se cierran las vías de difusión de toda la inmundicia y sí las de wikileaks?
¿Dónde están los Lieberman y similares para atajar el crimen organizado a todas las escalas?
¿A qué seguridad atenta, según los políticos, la información que ellos nos ocultan? ¿A la de los Estados o a la de sus gobiernos?
¿Por qué?
Assange y Wikileaks, los periódicos que difunden los contenidos, se han revelado como un auténtico catalizador de la más dañina hipocresía. Sabían cómo cortar el paso a “su” enemigo ¿por qué no lo hacen con los nuestros?
A partir de ahora, debemos exigir nombres, direcciones, vida sexual pormenorizada, cuentas corrientes, de quienes –por ejemplo- dijeron un día que España no tenía solvencia para desestabilizarnos premeditamente. De quienes juegan en bolsa con nuestro dinero, nuestros derechos y nuestro futuro. ¿Dónde están sus cuentas, sus servidores, sus tarjetas de crédito clausurados?
¿En qué momento de sus vidas nuestros políticos se creyeron con derecho a instalarse en el Olimpo y confundieron Estado de los ciudadanos con “su” gobierno?
Ni la KGB, ni la STASI, ni la CIA, ni el MOSAD lograron un despliegue mayor para invalidar y detener a un hombre y a una idea, como el que los supuestamente democráticos gobiernos –unidos como una piña, ahora sí- y sus colegas empresariales han emprendido contra Assange. ¿Por qué?
Pero ha llegado un tiempo nuevo. A las buenas o a las malas. Hackers anonymous y una creciente rebeldía ciudadana parecen estar en la tarea de no permitir que pongan puertas al campo. Su soberbia y desvergüenza les llevó a pensar que podrían hacerlo. Si estamos equivocados que nos expliquen por qué no han actuado igual contra quienes atentan a diario contra nosotros. Y cuándo los políticos dejaron de ser… nosotros. Y con qué derecho.
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