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Almuñécar contra la corrupción

El efecto disuasorio

El efecto disuasorio

Hugo Martínez Abarca

Como todos vosotros (¿a quién pretendéis engañar a estas alturas?) yo también cuando iba al médico le pedía un talonario de recetas de anfetaminas y opiáceos. Desde que senté la cabeza al cumplir los 36 años (hace un mesecico) le pido otras recetas: no me pasa nada concreto pero, como todo el mundo, me gusta tener la cocina llena medicinas caducadas para enseñar a las visitas.

Lo que pasa es que tengo la maldita mala suerte de que mi médico me tiene manía. Justo yo soy al que no le recetan lo que le da la gana sino lo que el médico considera que necesito, el muy amargado. Hay veces que incluso me ha recetado que deje de comer o beber tal o cual cosa. He cambiado de médico y sigue sin expenderme las recetas que se me antojan, maldita sea: si salgo de la consulta con una receta es porque el canalla de la bata cree que lo necesito para mi salud. ¿Dónde queda la ilusión farmacéutica de un post-adolescente?

Ignacio González ha anunciado esta mañana que en Madrid se pagará una tasa de un euro cada vez que el médico piense que un paciente debe consumir un medicamento y se lo recete. Ignacio González ha aclarado que la medida no tiene afán recaudatorio, que con un euro por receta no se recauda nada, que no nos preocupemos, que la medida sólo tiene efecto “disuasorio”.

Doy por hecho que no seré el único al que su médico le receta lo que cree que mejorará su salud. Incluso, qué caray, me da que mi caso es bastante generalizado. Al menos en las personas de mi entorno  no se recetan las anfetas ni ningún otro medicamento a demanda del consumidor (¡diantres!) sino en función de lo que el médico considera que conviene a la salud del paciente.

Si Ignacio González cree que el euro por receta tendrá efecto disuasorio está diciendo que da por hecho que habrá gente (mucha para que tenga efecto económico) a la que el médico le recete unas medicinas que considera que le vendrán bien; y que esa gente está tan jodida económicamente que con tal de no gastarse un euro prefiera no usar esas medicinas que, insisto, el médico considera que necesita. Si no es un caso como éste, ¿en qué caso real cree Ignacio González que la tasa a la enfermedad tendrá efecto disuasorio? ¿O es que acaso soy el único pringado de Madrid al que los médicos no le dejan el teclado del ordenador y la impresora para que me haga las recetas que me den la gana?

Es decir: el efecto disuasorio consiste en que gracias a esta medida habrá gente que no se medique como le recomienda el médico. Las personas, por cierto, más escándalosamente pobres.

Puestos a aplicar esta medida, lo humano habría sido defender que tiene efecto recaudatorio: que la cantidad es tan baja que nadie va a dejar de usar una medicina recetada por su médico por ahorrarse un euro, que por tanto este pequeño sacrificio no afecta a la salud de nadie sino a su bolsillo. Por injusto que fuera un impuesto a la enfermedad que encima es independiente de la renta, no sería tan criminal como presumir de que se recaudará poco pero se disuadirá mucho de usar las medicinas que el médico receta a los pacientes.

Lo que no se puede negar a Ignacio González es conocimiento de la situación actual de los más desfavorecidos. Sabe que efectivamente hay miles de personas en una situación de pobreza tal que el euro por receta sea un coste demasiado alto y tengan que sacrificar la salud. Conoce la realidad y es tan cabrón que la usa contra los que están más abajo.

No son “adversarios políticos”, son enemigos.

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