Feliz Navidad
Tomás Hernández Costa Digital
Decía esta mañana el escritor Félix de Azúa que España es un país con una clase política mezquina. Un cantante recién aterrizado de países lejanos declaraba que había sentido vergüenza al regresar y un periodista escribía que quienes tanto se preocupan por la bufonada de la marca España, nos están convirtiendo a los ojos de fuera en un país rancio y con tufo a sacristía.
Se habla, y es Navidad, de la brutal subida de tarifa que quieren las eléctricas. Tan escandalosa que hasta el ministro del ramo ha tenido que salir al paso. Pero no dicen los nombres de los treinta o cuarenta ex altos cargos de la política que han encontrado acomodo bien remunerado en los consejos de dirección de los monopolios de las eléctricas y son, por lo tanto, responsables de su política de devastación.
La Junta de Andalucía legisla no sé qué sobre el juguete ecológico y no sexista por Navidad, pero para cuándo un decreto, como acaban de hacer los catalanes, para que ninguna familia se quede en estos días de invierno sin luz y sin gas.
El gobierno, el melifluo y emboscado Gallardón, legisla sobre el aborto como si a alguna mujer le gustara someter su cuerpo a esa experiencia terrible. Legisla como un talibán con gafas, ateniéndose a principios religiosos y no sociales o humanos. Abre las puertas, que creíamos cerradas para siempre, a un aborto en clínicas de Londres y otro clandestino y cruel.
Dice Azúa que unos hacen de la adulación y la bandería partidista una confortable profesión, que los presidentes de las grandes corporaciones bancarias visitan los tribunales bajo sospecha de estafa, el favoritismo y el nepotismo son moneda corriente, la depredación económica y social ya no avergüenza que sea pública y notoria del rey abajo, y la evasión de capitales es considerada como una fórmula de prudentes ahorradores que mientras esconden lejos de aquí lo que nos roban cada día, vociferan luego los vivas a la patria y esa bufonada chusca y cateta de la marca España.
Mientras esto ocurre porque tenemos una clase política, los que gobiernan de verdad, no los afiliados de buena fe, mezquina y miserable, los españoles pobres y menos pobres, dejan lo que pueden en las cajas de ayuda en las puertas de los supermercados, colaboran en comedores y dormitorios de asistencia, se organizan para llevar consuelo y pan al que tiene aún menos que ellos.
Porque, concluye Azúa, España tiene unos dirigentes mezquinos, y no sólo políticos, que estafan, roban, mienten ante los jueces, defraudan, pervierten la justicia. Pero, pese a ellos, España no es un país de mezquinos.
¡Feliz Navidad a los justos y de corazón grande!
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