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Carta a una cajera de Mercadona

Carta a una cajera de Mercadona

Pascual Serrano

Estimada trabajadora de la cadena de supermercados Mercadona.

Todos hemos podido ver el vídeo en el que, al encontrarte con que numerosos jornaleros del Sindicato Andaluz de Trabajadores intentaban expropiar diversos alimentos básicos de tu supermercado para donarlos a un banco de alimentos, intentaste evitarlo y recibiste el empujón de uno de ellos. Como resultado te sentiste humillada y te quedaste llorando en un rincón. Muchos políticos, analistas y medios de comunicación han salido en tu defensa y se han convertido, sorpresivamente y por primera vez, en defensores los trabajadores, mejor dicho de una trabajadora como tú. Ahora, varios días después, probablemente sigas indignada con los que te empujaron y te sientas arropada y agradecido con estos defensores.

En primer lugar quiero decirte que es comprensible tu reacción instintiva de oposición a quienes intentaban llevarse la comida en el centro donde trabajas, por eso es necesario recurrir a la razón para no limitarnos al instinto. Para empezar hemos de precisar que tu trabajo consiste en cobrar los productos a los clientes, no custodiarlos ni impedir su sustracción ni apropiación sin pago. Cuando intentaste evitarlo no estabas cumpliendo con tu trabajo, tomaste posición en un conflicto que no era el tuyo, porque la discusión por la propiedad de unos litros de aceite, otros de leche y alguna lata, entre el dueño de la cadena de supermercados y unos activistas que querían repartirlo entre familias sin recursos para comer, era un asunto ajeno a las condiciones laborales de tu contrato.

Estimada trabajadora, no sé si has oído hablar de las clases sociales o de la lucha de clases. Básicamente consiste en reconocer que en una sociedad hay ricos y pobres, y que se encuentran en conflicto porque a más riqueza para los ricos, más pobreza para los pobres. Algo mucho más indignante si son estos pobres los que, con su trabajo, logran que los ricos amasen su riqueza. Con tu gesto del otro día, tú tomaste una posición en esa lucha, en ese conflicto. Cuando tuviste que decidir entre los pobres que deben recurrir a la caridad del banco de alimentos donde irían destinados los alimentos sustraídos del supermercado donde trabajas y el patrimonio de la familia Roig, propietaria de la cadena, con un beneficio en el año 2011 de a 474 millones de euros, tú, libremente, te pusiste al lado de los segundos.

No te quiero culpar por ello, insisto en que pudo ser una reacción instintiva que te hizo olvidar que esos productos que pasan durante cuarenta horas por tus manos no son tuyos, son de una familia millonaria, tú solo trabajas cobrando a los clientes. Te equivocaste a la hora de defender los intereses de una clase social, defendiste los del rico a pesar de que tú eres una trabajadora y tus intereses son opuestos a los de él: para que él sea rico tu debes cobrar menos, si tú cobrases más el sería menos rico. Tus intereses, aunque algunos insistan en lo contrario, no son los mismos que los del dueño de Mercadona.

No eres la única que confunde los intereses de su clase con los de los ricos, basta observar cuántos trabajadores han votado al Partido Popular para que apruebe una amnistía fiscal a los ricos que defraudan a Hacienda o destine dinero público a bancos dirigidos por directivos que ganan cientos de miles de euros y, al mismo tiempo les obligue a esos trabajadores a que paguen más IVA por el material escolar de sus hijos o los despida como empleados públicos si son interinos.

En cuanto a los que te han defendido y te han presentado como víctima de unos ladrones de supermercado que no respetan la ley, quiero que sepas que sólo lo han hecho para utilizarte contra los de tu propia clase social, nunca esos políticos y periodistas de Intereconomía o de la COPE se hubieran preocupado por ti si te hubieras quedado sin trabajo, nunca se han interesado porque una cajera cobre un sueldo digno. Es más, esos a los que molestó tanto el empujón que sufriste, nunca dijeron nada cuando a los trabajadores que pedían que no les despidieran con la nueva reforma laboral, que sus hijos tuvieran calefacción en el colegio o que las medicinas siguieran siendo gratuitas para nuestros pensionistas los policías les abrían la cabeza con una porra.

Querida trabajadora, el otro día lloraste desconsolada después del empujón, sin duda te sentiste sola. Te sentiste sola porque estuviste defendiendo las propiedades de un millonario que gana 474 millones al año, y mientras tanto ese millonario bien podría estar disfrutando de sus vacaciones de agosto en un lujoso hotel o en un yate mientras tu defendías su dinero. En cambio, los sindicalistas que tomaban la comida de tu supermercado nunca están solos porque saben cuál es su clase social, saben de qué lado están, se ayudan, y por eso fueron a por comida a tu supermercado que, por cierto, no es tuyo. En tu mano está no volverte a sentir sola, no volver a llorar por nada parecido.

Esas personas que te empujaron cuando te pusiste del lado del empresario son las mismas que volverán a por comida para ti si mañana eres tú la que no tienes para comer. Serán ellos los que te ayuden y no los periodistas de Intereconomía. Solo necesitas reconocer a los tuyos, son todas esas personas que luchan para que nadie pase hambre mientras otros se hacen millonarios. Si los vuelves a ver en el supermercado donde trabajas, recuerda que no son tus enemigos, que la comida del supermercado no es tuya, que quizás mañana tú no tengas trabajo y la necesites, que ellos las estarán cogiendo para ti y que el dueño de Mercadona gana 474 millones al año.

Fuente: http://www.pascualserrano.net/notic...

Los jornaleros andaluces y la significativas diferencias de sensibilidad ante el robo

Los jornaleros andaluces y la significativas diferencias de sensibilidad ante el robo

Juan Torres López

A ninguna persona nos gusta que nos quiten lo que es nuestro. Tanto es así que desde tiempo inmemorial los seres humanos nos hemos dado normas e instituciones para evitarlo y para castigar a quien lo haga.

Comprendo, por tanto, el enojo de los propietarios de los supermercados donde un grupo de jornaleros andaluces han sustraído comida. Aunque el objetivo sea noble, ya he dicho que a nadie le gusta que le quiten lo suyo y entiendo, pues, que hayan dado parte a las autoridades.

Incluso entiendo que éstas se hayan movilizado enseguida y que los dirigentes de algunos partidos hayan pedido rápidamente que se castigue a los culpables. Es lo que ha hecho el portavoz adjunto del Partido Popular en el Congreso, Rafael Hernando, quien afirmó que espera que el diputado de Izquierda Unida, Juan Manuel Sánchez Gordillo, sea denunciado por robo porque, según ha dicho, “las leyes se tienen que cumplir y tiene que tener conductas ejemplares. Esta forma de protestas me parecen lamentables y espero que la Justicia tome cartas en el asunto”.

Ya digo que me parece normal. Pero lo que, sin embargo, no me parece tan normal es que estas autoridades y los políticos que se han escandalizado tanto por el hurto de los jornaleros sean tan poco sensibles a otros robos mucho más grandes que ocurren a diario en nuestro país. Es decir, que se enrabien tanto por un hurto de poca monta y no persigan los grandes robos y estafas.

Veamos:

Supongamos que los jornaleros llenaron cada uno de los carros con comida por valor de 300 euros cada uno (lo que significaría, por cierto, que la cantidad total hurtada es muy pequeña para Carrefour y Mercadona, pues entre ambas empresa obtuvieron 845 millones de euros de beneficios en 2011, y si suponemos que recogieron 25 carros de comida resulta que con ese beneficio se podrían llenar 2,8 millones de carros con comida por valor de 300 euros cada uno).

Comparemos ahora este hurto con otros tres robos de los que se han producido o se producen día a día en España:

a) Robo de las compañías eléctricas.

El ingeniero Antonio Moreno ha demostrado que “cada día que pasa sin que el Gobierno apruebe la normativa oficial que defina en qué consiste “la adecuada renovación y actualización del parque de contadores”, las compañías eléctricas cobran ilegalmente las siguientes cantidades (incluido el IVA):

- Más de 600.000 euros por un servicio (“la adecuada renovación y actualización del parque de contadores”) que no prestan porque el Gobierno aún no ha definido en qué consiste dicho servicio.

- Entre 196.000 y 342.000 euros por el error positivo que tiene el 80% de los contadores debido a que no han sido verificados periódicamente porque el Gobierno aún no ha publicado la correspondiente normativa”.

Es decir que las compañía eléctricas (solo por cobrar un servicio de renovación y actualización de contadores que no prestan) roban cada día a los españoles el equivalente a 2.000 carros de supermercado con comida por valor de 300 euros cada uno, lo que representa unos 730.000 carros al cabo del año.

Como puede verse en la web de Antonio Moreno (http://www.estafaluz.com) si se suman los demás conceptos de la estafa continua de estas empresas, resultaría que nos están robando el equivalente a muchísimos más carros.

b) Robo de las preferentes.

Como es sabido, un buen número de bancos engañó a miles de ahorradores españoles colocándoles “participaciones preferentes” como si fueran depósitos, sin informarles de que en realidad son una especie de acciones sin derecho a voto y cuyo efectivo solo se podría recuperar en condiciones muy leoninas (Un reportaje de Tele5 sobre este tema aquí).

Como consecuencia de ese engaño de los bancos alrededor de un millón de personas han perdido la inmensa mayoría de sus ahorros, calculándose que esas pérdidas, un verdadero robo, pueden tener un valor de entre 10.000 y 30.000 millones de euros.

Si aceptamos la estimación más baja (10.000 millones), resulta que los bancos han robado a un millón de españoles, y solo por el concepto de participaciones preferentes, el equivalente a 33 millones de carros de supermercado cargados con comida por valor de 300 euros cada uno.

c) Fraude fiscal.

Según los técnicos del Ministerio de Hacienda el 72% del fraude fiscal (que es de unos 89.000 millones de euros en total), lo realizan las grades fortunas y grandes corporaciones empresariales, lo que significa que éstas dejan de pagar a Hacienda unos 64.000 millones de euros al año.

Si aceptamos que evadir el pago de impuestos al que estamos obligados es un robo a la sociedad, resulta que las grandes fortunas y corporaciones roban a todos los españoles el equivalente a 213 millones de carros de supermercado cargados con comida por valor de 300 euros cada uno.

A estos robos podríamos añadir otros a gran escala, como el que han padecido las familias engañadas que contrataron con bancos créditos con cláusulas suelo fraudulentas (información aquí y aquí), los que practican las empresas farmacéuticas (información aquí), o el sinfín diario de malas prácticas de los bancos que cuestan miles de millones a todos los españoles (adicae). Por no hablar del robo global y de cantidades astronómicas que ha supuesto la crisis financiera, de el de los rescates bancarios, etc.

En conclusión: me podría parecer razonable que se quiera perseguir y condenar a los jornaleros que han hurtado unos cuantos carros de comida por valor de unos 7.500 euros y no en beneficio propio. Pero lo que me pregunto es otra cosa: ¿cómo es posible que los mismos jueces, fiscales, policías, autoridades… que están persiguiendo y que terminarán por encarcelar a los jornaleros responsables por el hurto de unos cuantos carros de comida no persigan con semejante celo a quienes nos están robando cantidades que son varios millones de veces más grandes?

No sé que piensan los lectores y lectoras pero, a la vista de este comportamiento tan contradictorio y de la falta de persecución efectiva que tienen esos robos multimillonarios, lo que yo creo es que criminalizan a los jornaleros no porque les preocupe el robo en sí sino por otra cosa: porque están tirando de la manta para que se vea la peor y más asquerosa vergüenza de nuestro mundo opulento: el hambre. Un sufrimiento, no lo olvidemos, que no es un accidente ni el resultado de la falta de recursos sino, como decía el anterior Relator de las Naciones Unidas para los Problemas de la Alimentación, Jean Ziegler, “un crimen organizado contra la Humanidad”. Y es por eso, creo yo, que los criminales que lo cometen o que ayudan a cometerlo no quieren que se hable de ello.

Así que no seamos hipócritas: Si las autoridades que tanto reclaman el respeto al orden y la propiedad fueran coherentes y acabaran con lo verdaderos ladrones que están robando a la inmensa mayoría de la sociedad no habría más jornaleros llevándose comida de los supermercados.

Fuente: http://juantorreslopez.com/impertin...

Última llamada

La mirada del mendigo

Luis Guindos ha anunciado que en el próximo Consejo de Ministros se aprobará, junto con otras agresiones, la creación de un “banco malo” público. Como me temía, con estivalidad y alevosía.

De aquí al 24 de agosto quedan 17 días. Tiempo más que de sobra para reaccionar, convocar cuantas protestas sean necesarias, informar, levantar a la población para que se defienda ante el gran robo.

En este espacio se ha tratado extensamente el asunto del banco malo público:
El gran robo
¡Alarma!
No con mi dinero

Siempre que se trata el tema de la economía, hay muchos que lamentan no entender de sus arcanos. Yo tampoco entiendo, pero basta aplicar el sentido común.

Un banco malo es una entidad con ficha bancaria donde se arrostran los activos de peor calidad (la basura tóxica financiera), permitiendo a otra entidad desprenderse de esa basura y limpiar así su balance. BFS es el banco malo de Bankia, y es precisamente la parte de Bankia que el gobierno ha “comprado”. También el Sabadell creó recientemente otro banco malo, en el que segregar los activos inmobiliarios de la entidad. Estas son operaciones privadas y en ellas no me meto (excepto cuando el gobierno, a la hora de rescatar Bankia, lo hace haciéndose con el control de la parte enferma, es como ir a la frutería y comprar la caja que tiene todas las peras podridas, nadie lo haría para sí, y sólo un comisionado muy traidor las compraría en nombre de otro).

Pero lo que pretende el gobierno es crear un banco malo público (además de, como hemos dicho, BFA, que era un banco malo y ya es, también, público). ¿Qué supone esto? El Estado compra activos tóxicos a los bancos. Los bancos se deshacen de aquello que nadie quiere, entregándoselo al Estado a cambio de dinero fresco, creo que es apropiado usar el verbo comprar para definir la operación (aunque en la prensa salmón seguro que podréis leer otros tecnicismos y eufemismos).

¿En qué consisten esos activos tóxicos? Básicamente, suelo y ladrillo. Ya sea la propiedad de éste, por hipotecas cuyo aval ha sido ejecutado (desde pisos embargados a urbanizaciones enteras que el banco se ha negado a seguir refinanciando a la constructora y se las ha quedado). También es probable que entren en el “lote de Navidad” los créditos subprime (os suena, verdad?) o subestandard. En román paladino, los créditos que aún no han sido ejecutados, pero que hay grandes posibilidades que lo sean en un futuro. La mayoría, hipotecas con ladrillo o suelo como aval. El ladrillo aún vale algo, pero el suelo no vale nada en la mayoría de los casos, pues con varios millones de viviendas vacías nadie tiene la intención de promover más. Si en un plazo de tiempo (que el anterior gobierno amplió, echándole un capote a los bancos, principales inmobiliarias) ese suelo urbanizable no se construye, pasa a ser de nuevo rústico.

Vamos, que lo que quieren vender los bancos es toda la porquería que han acumulado en el balance, tras pinchar la burbuja financiera. Cuanto más baja el precio del ladrillo en el mercado, y cuanto más les obliga el gobierno a reflejarlo en sus libros, los bancos se anotan pérdidas (diferencia entre el valor de adquisición y el de valoración), pérdidas que hay que cubrir con provisiones a cuenta de los beneficios.

¿Esto es bueno o malo? Pues depende de según para quién. Y como en toda operación de compraventa, el criterio para determinar si una operación ha sido ventajosa o no para cada una de las partes es el precio.

Para los bancos es maravilloso, el fin de sus problemas, si el precio de compra es alto (está por encima del mercado). Con un mercado seco, en el que les está costando lo indecible colocar su stock de ladrillo (porque todos estamos esperando que baje más), encontrar a un primo tonto que llega con un fajo de billetes y dice “lo compro todo”…evidentemente, para los bancos es una bendición celestial.

Pero si es un fantástico negocio para el vendedor es porque…el comprador ha sido timado. Ha comprado por encima de su valor. Esto es lo que temo que va a ocurrir, especialmente con los antecedentes de este gobierno doctorado en tan pocos meses en traiciones al pueblo, inmolado repetidas veces en el altar del capitalismo internacional.

La razón es simple: si el gobierno propusiera a los bancos vender a precio de mercado (Mercado, no es ese el nombre de su Dios?), estos se negarían. Básicamente, porque para ese camino sobran tantas alforjas; para eso, sacan sus promociones al mercado con el descuento necesario para ser adquiridas (de nuevo, el que demande el mercado), asumiendo las pérdidas, y listo. Evidentemente, los bancos tratan en lo posible de sostener los precios, porque cada punto que la vivienda baja, ellos están un pasito más cerca del abismo.

Voluntariamente, no van a vender a precio de mercado. Y sinceramente, yo no veo al Sr. Marioneta forzando a los bancos a nada. Nos comeremos la mierda de los bancos, las urbanizaciones en mitad de la nada que nadie quiere, y que tras varios años acabarán siendo vendidas a pérdida a fondos buitre o demolidas (como ocurre con las viviendas que se comió el NAMA, el banco malo de Irlanda).

Podría también hacerse como en Suecia, en los ’90. El Estado se queda con las carga de basura a cambio de que los bancos asuman las pérdidas que se produzcan cuando el Estado empiece a sacar esos activos al mercado, pasado un tiempo. Si los bancos no pueden asumir la factura, tienen que pagar su libra de carne (El Mercader de Venecia) en forma de acciones, pasando a ser nacionalizados.

Pero España no es Uganda, ni muchísimo menos Suecia. Las condiciones que Luis Guindos (verdadero jefe del gobierno) va a negociar con la banca no responderán al interés de la mayoría, sino de los capitalistas. La ciudadanía paga así caro el poner a una zorra como guardiana del gallinero, cada pueblo tiene indefectiblemente lo que se merece.

Es por ello que reclamo una protesta enérgica, inmediata, abrumadora para forzar al chacal a guardar las apariencias, rechazando la creación del banco malo o, al menos, negociando su creación en términos menos desfavorables al pueblo. Sí que es posible una rectificación, enfrentando al gobierno a un alto coste electoral.

Cualquiera puede entender el ruinoso negocio que el visir Guindos tiene entre manos: va a firmar, en nuestro nombre, con nuestro dinero, la compra de un apartamentito en 9ª línea de playa de una desolada urbanización de una costa destruida. O peor aún, de una tierra baldía en mitad de la nada, donde antes de la caída de Lehman (que rima con Guindos) se planeaba construir una ciudad y donde hoy sólo moran los grillos.

¿Alguno de vosotros es tan necio para comprar alguna de las mierdas que los bancos ofrecen en sus portales inmobiliarios? No, espero que no, de hecho nadie lo hace. Entonces ¿por qué dejar que el gobierno lo haga en vuestro nombre?

Hay que oponerse con todas las energías a este gran robo, que pagaremos durante décadas (pues como el Estado no tiene ese dinero, tendrá que endeudarse para pagar su cargamento de basura a los bancos).

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Y ahora viene la segunda parte de la reflexión. Ignoro si en los partidos políticos hay una dirección, alguien al timón, o simplemente son cáscaras de nuez a merced de la tormenta. Yo no veo en ellos ningún rumbo, ningún gobierno, nada que me haga suponer que cuentan con alguien al timón, ni atisbo de estrategia.

De nuevo, vamos a explicarlo fácil. Todos los esfuerzos de la izquierda están basados en parar los recortes. Muy bien, estamos de acuerdo. Pero ¿cómo? Porque tal y como están repartidas las cartas, los recortes son absolutamente necesarios. Es pura matemática, las cuentas no cuadran.

Habrá que explicar a la gente que para evitar los recortes, hay que tomar otras medidas, equilibrando las cuentas por el otro platillo de la balanza, el del ingreso. Es decir, toca elevar la fiscalidad, y habrá que hacerlo respetando la progresividad de la carga fiscal. Es decir, haciendo que de una maldita vez sea el capital el que contribuya al sostenimiento del Estado. Y esto pasa por acabar con las SICAV, pero también con los paraísos fiscales y la libre movilidad de capitales (si se ponen peajes en las autovías ¿cómo no hacerlo en las vías por las que circula el dinero?).

Y hay otro punto. Todos esos recortes buscan equilibrar una balanza desequilibrada por las ayudas al sector financiero. Se recortan 1.000M€ de aquí y 800M€ de allá para lograr sumar las decenas de miles de euros que necesita la banca para sobrevivir. Sea en avales, sea en rescates como los 26G€ de Bankia, sea en la creación de un banco malo que puede suponer una factura desde los 40G€ hasta los 300G€ (el volumen de basura enladrillada en España, y si no se llega a esta cifra la solución será sólo un parche para que la banca siga ganando tiempo). Todas las energías de ese maremagnum llamado “la izquierda” están centradas en denunciar los recortes, pero sólo unos pocos señalan el sistema fiscal y las ayudas a la banca. Sin embargo, uno es consecuencia de lo otro. Si tienes fiebre, puedes tomar un antipirético, pero es preferible un tratamiento que atienda a la etiología (atendiendo a la causa de las cosas, y no sólo sus consecuencias, sus efectos, sus síntomas), descubriendo cuál es la infección y tomando el antibiótico adecuado.

El esquema es evidente para cualquiera: subimos el IVA, recortamos en Sanidad…para darle dinero a los Bankeros. Yo creo que hasta el facha más tonto se da cuenta de la situación.

Entonces ¿Cómo se lucha contra los recortes? Acabando con esta locura de que el Estado tenga que rescatar a los inversores privados, hundiendo en la miseria a millones de personas. Creando un clamor para que ni un duro del Estado vaya a salvar las inversiones particulares, y que sean los accionistas y acreedores de los bancos los que sufran la consecuencia de sus inversiones. Simplemente, actuar según la normalidad, aplicar la Ley Concursal 22/2003 del 9 de Julio, como cualquier otra entidad privada. Y si tienen que quebrar, que quiebren, que los activos (hipotecas) cubran el pasivo asegurado (depositantes), que los acreedores se hagan con el control de lo que quede. Y el muerto, al hoyo.

Por lo tanto, aviso: no quiero dejarme robar. Si al final se lleva a cabo el saqueo y se constituye un banco malo público, y se hace en términos lesivos a mis intereses como ciudadano (como estoy seguro que así será, viendo el sujeto que debe negociar en mi representación)…me voy a cagar en Dios. Me van a forzar a invertir en ladrillo, contra mi voluntad, unos cuantos miles de euros (unos 200G€ entre 47 millones de gilipollas, salen a 4250€ por cabeza de turco). Yo no quiero dejarme robar 4.000 y pico napos impunemente, para salvarle el culo a los bankeros, ni a los grandes ni a los chicos (el que fue atrapado por su avaricia, que asuma ahora su pena). Por eso digo: la organización o partido político que quiera contar con mi dinero y/o con mi voto, ya puede levantar el culo y enfrentarse con todo lo que tiene contra este latrocinio. Que me defienda. Yo no culparé de nada si, habiendo luchado con fiereza, perdemos la batalla. Pero aquella organización o partido que no se parta el culo ahora, desde ya mismo, para impedir esta estafa a los ciudadanos, puede dejar de contar con mi dinero, mi colaboración o mi voto.

Un mínimo de estrategia, una pizca de inteligencia. Si nos señalan el Sol, no miremos el dedo. La forma de oponerse a los recortes es cuestionando los rescates a la banca y promoviendo un nuevo sistema tributario. Lo importante no es denunciar los recortes: insisto, hasta el facha más gañán se da cuenta que le afectan, que son una cabronada. Lo importante es hacer ver a la gente que HAY ALTERNATIVAS. Que si el gobierno inflige dolor al pueblo es porque no quiere tocar los intereses de los poderosos. Que es una elección política, que responde a una ideología muy concreta, que es ajena a los intereses de la inmensa mayoría. Comunicar esta idea por todos los medios, charlas, manifestaciones, pasquines ¡como sea!

El 25 de Agosto, sobrarán los lamentos y las declaraciones indignadas. El momento de actuar es AHORA.

Si el pueblo entiende esto, el gobierno estará en un brete y tendrá que detener el calendario del horror que tiene anunciado. Pero para eso hay que obrar con un mínimo de inteligencia, con estrategia. A veces, para defender un peón no hace falta cubrirlo con otra pieza, sino repeler la amenaza atacando: si el contrincante mueve esa pieza, las consecuencias serán desastrosas.

Maldita sea, alguien que sepa establecer una estrategia, que cuente con una visión que vaya más allá de lo inmediato, que sepa pensar aunque sea un movimiento por delante (los grandes ajedrecistas planean cuatro, cinco o seis, lo que dispara las combinaciones).

Ecooo

Ecooooooo

¿Hay vida inteligente en el Planeta Izquierda?

Pues eso, no es que sea muy rencoroso pero tengo buena memoria. Quien no me defienda ahora, la paga.

El Sindicato Andaluz de Trabajadores y la ley de la selva

El Sindicato Andaluz de Trabajadores y la ley de la selva

Rafael Calero Palma. Kaosenlared

Según el Ministro de Interior, no va a permitir que la ley de la selva impere en el estado español. Sin embargo, yo no estaría tan seguro de ello...

Las declaraciones de los políticos profesionales con respecto a la acción simbólica que un grupo de personas vinculadas al Sindicato Andaluz de Trabajadores llevaron a cabo el martes pasado en dos supermercados de Andalucía, siguen copando los titulares tanto de las televisiones como de los periódicos del estado español. La panda de forajidos que se sienta en el Congreso de los Diputados, los que lo hacen en el Consejo de Ministros, los que nos han llevado a la estrepitosa ruina —y no sólo económica, sino también moral—en la que nos encontramos sumidos, se sienten ultrajados porque un puñado de jornaleros en paro capitaneados por José Manuel Sánchez Gordillo y por Diego Cañamero, entre otros, entraron a estos dos supermercados y llenaron unos cuantos carros con alimentos.

Dice el Ministro del Interior que esta acción supone el primer paso para que entre en vigor “la ley de la selva”, es decir, según él, si no se castiga a los que se han atrevido a “saquear” un comercio, en cuatro días, cada uno hará lo que le salga de los cojones.

Y yo me pregunto: ¿En qué país vive este individuo? ¿Es que el Ministro de Interior no se ha dado cuenta de que en el estado español hace ya bastante tiempo que impera la ley de la selva? ¿Es que no se ha enterado este señor aún de que el yerno del Rey está imputado por trapicheos varios relacionados con la apropiación indebida de pasta gansa? ¿Acaso el Ministro de Interior no ha oído, siquiera de pasada, hablar del Caso Gürtel, de un tal Francisco Correa, de un tal El Bigotes, y  de que este caso de mega corrupción política afecta directamente a su partido y a gente con la que él ha compartido mesa y manteles? ¿El Ministro de Interior no está al tanto del llamado“fondo de reptiles” que el PSOE puso en marcha en Andalucía para repartirse el dinero de los ERES? ¿El Ministro de Interior no ha oído ni una palabra del saqueo de Bankia? ¿El Ministro de Interior no se acuerda de su amigo Jaume Matas? ¿El Ministro de Interior no sabe, acaso, que los bancos españoles desahucian a la gente mientras el Estado tiene que pedir un rescate a Europa para salvar el culo de esos mismos bancos? ¿Y qué tiene que decir el Ministro de Interior sobre la venta por parte de los bancos de las acciones preferentes, con las que se ha estafado a miles de pequeños ahorradores que se han quedado, de un día para otro, sin un puto euro? ¿El Ministro de Interior no se ha enterado de que la Presidenta de su partido cobra 189.000 euros anuales, mientras la mayoría  de españoles no tiene donde caerse muerta? ¿El Ministro de Interior no sabe que su partido está destruyendo a pasos agigantados el poco estado de bienestar del que hemos podido disfrutar la gente en este país? ¿El Ministro de Interior no se acuerda ya de que el Presidente del Tribunal Supremo, hace unos días, dimitió porque tenía la fea costumbre de irse los fines de semana de fiesta con el dinero del contribuyente? Y por último, la pregunta del millón: ¿No sabe el Ministro de Interior que en este país en el que según él, dentro de nada imperará la ley de la selva, hay cinco millones de personas que no tienen trabajo, y muchas de ellas, no tienen nada que comer?    

Todo eso sí que es una auténtica barbaridad. Todo eso sí que es la puta ley de la selva.

Consecuencias de la salida de España del Euro

Consecuencias de la salida de España del Euro

Pedro Montes, Economista y Presidente de Socialismo 21

Titulares

- “Salir del euro significa, fundamentalmente, que nuestro país debe tener una moneda propia cuya emisión y control dependerá del Banco de España, que recuperará así su papel histórico”

- “La pérdida de la soberanía monetaria supuso la pérdida de un resorte fundamental para controlar la evolución económica del país atendiendo a las necesidades económicas y sociales”

- “El euro es un proyecto tan contrahecho y con tantas carencias que si, por una vía milagrosa, se superase la actual crisis,  al día siguiente comenzaría a gestarse la siguiente”

- “La aparición de la peseta tendría el mismo significado que una devaluación como las que ocurrían antes de la creación del euro. Las exportaciones se verían estimuladas y las importaciones frenadas”

- “No es razonable suponer que la vuelta a la peseta impulsará los precios al alza como lo hizo la implantación del euro, más bien lo contrario”

- “Todos los beneficios colaterales de la moneda única – facilidades al viajero, tasas de compraventa de moneda extranjera, coberturas de riesgos del tipo de cambio, etc – se perderían, pero son minucias en comparación con la destrucción que puede seguir causando el euro”

 

Quienes podríamos considerarnos en posiciones más radicales, apostamos por la salida del euro porque consideramos que no hay solución a los problemas económicos de nuestro país en el marco de la moneda única y porque, además, estimamos que en la Europa de Maastricht es imposible llevar a cabo una política mínimamente progresista,  por cuanto Maastricht representa la culminación del proyecto neoliberal europeo.

Otros se han aproximado por dos motivos. El primero, que no ven posible o, por lo menos, fácil llevar a cabo las reformas necesarias en la Unión Europea para sostener al euro y corregir sus carencias más evidentes, con el tema fiscal como decisivo. Preferirían salvar la unidad monetaria, pero están llegando a la conclusión de que la Europa de Maastricht no es reformable. El segundo, que las políticas de ajuste y recortes que se están practicando como solución a la crisis financiera de la zona del euro no evitan consecuencias desoladoras para los países, caso de Grecia o caso de Portugal, y que la situación de la economía española se degrada a tal ritmo que resulta inevitable plantearse la cuestión del euro aunque no sea algo deseable.

El deslizamiento al abismo de Grecia y Portugal, como si hubieran sido maldecidas por la divinidad, y la deducción lógica de que nuestro país no podrá evitar un trayecto parecido, hace que, intelectualmente, se contemple ya la supervivencia o la pertenencia al euro como un capítulo cerrado, sin vuelta atrás, pendiente únicamente del desenlace efectivo. Los argumentos para seguir en el euro parecen agotados, y sólo cabe esperar el curso de los acontecimientos que, aunque muy incierto, parece inexorable.

Muchas incógnitas y falta de control de la situación

Nadie ha planteado por el momento cómo se llevaría a cabo este descuelgue de nuestro país del euro. Y ello por la razón de que estando la moneda única en una crisis de supervivencia nadie está en condiciones de saber cómo será su desenlace. Por acuerdos, por expulsión o desenganche de algunos países, por conmociones financieras que arrasen algunas economías, por una crisis general,….como se colige, hay muchas  incógnitas en el horizonte y una manifiesta falta de control sobre la situación, por no pasar a considerar aspectos sociales y políticos, que están también sobre el tapete.

Desde luego, todos valoran como un hecho histórico la salida del euro cualesquiera que sean las razones o la forma en que se produzca, y todos saben que se abre con ello un periodo trascendental de muy difícil pronóstico en sus consecuencias según un proceso que está, como se ha dicho, en bastante medida fuera de control.

Estas palabras, en apariencia, se vuelven inmediatamente en contra de los defensores de la salida del euro, como si tuviéramos que ser nosotros los que justifiquemos esa necesidad y los responsables de los inconvenientes, si se quiere graves y traumáticos, que la alternativa tiene.  No obstante, ese traspaso de la carga de la prueba no  es admisible, puesto que la propuesta surge de la orfandad intelectual que existe para avanzar en la integración de Europa con el euro, del desastre causado por su la existencia (por supuesto, con causas adicionales), y del progresivo hundimiento que sufre la economía cuando se implantan la medidas económicas recomendadas o exigidas por los poderes económicos europeos. Hay que tener en cuenta que el euro es un proyecto tan contrahecho -competir países tan desiguales sin el resorte y alivio que representa las devaluaciones del tipo de cambio para los más débiles-, y con tantas carencias -la fiscalidad compartimenta- que si por una vía milagrosa se superase la actual crisis, al día siguiente comenzaría a gestarse la siguiente.

La ruptura con el euro, algo mucho más que simbólico

Hasta ahora se ha hablado de la salida del euro, pero debe quedar claro desde el principio que esta forma de expresar la necesidad de una ruptura económica es una manera simplificada y sintética de los cambios que han de producirse, que van más allá de disponer de una moneda propia. Pero, sin duda, la ruptura con el euro es algo más que simbólico y no cabe renunciar a expresarnos con claridad y sin temor a las críticas.

En fin, entremos en materia, iniciemos la tarea de descifrar las consecuencias de la salida del euro y de pensar como afrontar el periodo de transición económica que se abre con ello.

Una moneda propia emitida y controlada por el Banco de España

Salir del euro significa, fundamentalmente, que nuestro país debe tener una moneda propia cuya emisión y control dependerá del Banco de España, que recuperará así su papel histórico. Este hecho, devolver al Banco de España sus funciones de emisor de una moneda y prestamista de última instancia para el conjunto de la economía, es de los más relevantes y decisivos que ocurrirán. La pérdida de la soberanía monetaria supuso la pérdida de un resorte fundamental para controlar la evolución económica del país atendiendo a las necesidades económicas y sociales.

El Banco Central europeo, con una autonomía injustificada, ha tenido que llevar a cabo una política dirigida en lo esencial a controlar la inflación de la zona euro, y cuando se ha olvidado de esta tarea lo ha hecho en función de las necesidades de los países predominantes en la zona euro, léase Alemania y Francia. Determinar una única política monetaria para un conjunto de países tan diferentes y sobre todo recorrido por problemas y coyunturas no equiparable, es una de las grandes fallas del euro y una causa primordial de la crisis actual.

La existencia del Banco España, asemejado a la tan deseada Reserva Federal de Estados Unidos como fuente de liquidez, pondrá en manos de los gobiernos la posibilidad de manejar la política monetaria, en sus vertientes esenciales de determinar la cantidad de dinero y/o  los tipos de interés.

El hundimiento que sufre la economía se podrá amortiguar con una política monetaria que alimente las cajas vacías de todas las instituciones públicas para estimular la demanda, practicar políticas de alivio de los costes sociales de la crisis, impulsar medidas progresistas y de mejora de los servicios públicos y facilitar la recuperación de muchas empresas liquidadas o en trance de hacerlo  por las deudas que tienen contraídas las Administraciones Públicas.

Nada funciona hoy con normalidad por la falta de crédito, y muchas empresas viables y rentables desaparecen por falta de financiación, cuando el Banco de España, incluso actuando con disciplina y ortodoxia,  podría proporcionar toda la liquidez necesaria para poner en marcha y lubricar la maquinaria económica ahora enmohecida del país.

Problema distinto es todo lo concerniente al papel del Banco de España ante la crisis bancaria. A margen de las reformas emprendidas, desde el punto de vista del tema que nos concierne, no parece conveniente dedicar fondos públicos ni proporcionar liquidez para  sanear instituciones privadas que han cometido muchos abusos y errores. En buenas leyes de la economía de mercado, deben solucionar sus problemas sin perjuicio de las conmociones que una crisis bancaria originará, lo que no excluye prestar protección a los pequeños y modestos ahorradores. No hay que dejar de pensar que hablamos de un periodo transitorio y turbulento como consecuencia del fracaso del euro.

Una devaluación contundente para afrontar los problemas.

Desde el momento que exista una nueva moneda, la vuelta de la peseta tiene todo a su favor, será necesario fijar el valor de su cotización con el euro si existe o con otra moneda de referencia universal, el dólar, y, a partir de esa cotización, determinar el valor de la peseta con el resto de las monedas existentes.

No cabe duda que la nueva peseta tendrá que sufrir una devaluación muy importante con respecto a su actual valor, con independencia de la moneda de referencia, el euro  o el dólar. El desequilibrio exterior es tan agudo, que  una economía hundida en los últimos tres años que ha generado 3 millones de parados, todavía ha registrado un  déficit por cuenta corriente en 2011 próximo al 4% del PIB. Sólo con una devaluación contundente se afrontaría el problema.  Una decisión adicional es si dejar la nueva moneda que cotice con total  libertad en los mercados o si controlarla en alguna medida interviniendo la autoridad monetaria en los mercados de divisas.

Sobre el papel, y, por supuesto, sin considerar el imponderable impacto social y económico, y el efecto interno e internacional, la aparición de la peseta tendría el mismo significado que una devaluación como las que ocurrían antes de la creación del euro. Las exportaciones se verían estimuladas y las importaciones frenadas, dependiendo, claro está, de la magnitud de la devaluación y de la flexibilidad o elasticidad de las importaciones al encarecimiento de los precios interiores, a través de los cuales se tiene que operar la mejora y cierre del déficit exterior.

Es evidente que toda devaluación tiene efectos inflacionistas, tanto más cuanto más insustituibles sean las importaciones, pero no es razonable suponer que la vuelta a la peseta impulsará los precios al alza como lo hizo la implantación del euro. El precio de la taza café como ejemplo. Mas bien lo contrario. Pasar de una unidad de cuenta a otra que valía 167 más era abrir las puertas a los abusos, que posiblemente se nos mostrarán  en toda su magnitud cuando nuevamente los precios de los bienes y servicios se expresen  en pesetas. Por supuesto, todos los beneficios colaterales de la moneda única – facilidades al viajero, tasas de compraventa de moneda extranjera, coberturas de riesgos del tipo de cambio, etc – se perderían, pero son minucias en comparación con la destrucción que puede seguir causando el euro: tendrían entonces la consideración de lamentables “daños colaterales”, como ocurre con los bombardeos de la OTAN.

Rechazo a los argumentos de un supuesto empobrecimiento.

Por otra parte hay que rechazar por incorrectos los argumentos del “empobrecimiento” que sufriría nuestro país. La mayor parte de la producción y el gasto se realiza entre los residentes del país, y no tiene que sentirse afectada por la moneda en que se valoren y realicen los intercambios. Otra cosa son las importaciones y exportaciones, que si resienten la variación del tipo de cambio, encareciéndose las primeras para los españoles y abaratándose las segundas para los extranjeros, lo cual implica un cambio adverso en la relación con la que se intercambia con el exterior: hay que entregar más bienes españoles por la misma cantidad de importaciones. Pero ello no implica un “empobrecimiento” general, sobre todo si las exportaciones se ven estimuladas. Todo lo ocurrido en nuestro país tras las devaluaciones sucesivas que hubo que efectuar en 1992 y 1993,  cuando la crisis del sistema monetario europeo- el SME-  es un periodo  de referencia digno de tenerse en cuenta, pues tras ellas, con las exportaciones como catalizador, se inicio una recuperación  económica prolongada.

Los desahucios de decenas de miles de familias son el símbolo más dramático del fracaso económico de nuestros gobernantes.

Sobre el conjunto de las operaciones de la balanza de pagos por cuenta corriente, incluidos también los servicios,  no cabría sino esperar una mejoría, cuyo significado aparte de corregir el desequilibrio actual, sería un estímulo a la actividad y el empleo en la medida que todo nivel de demanda interna se cubriría con menos importaciones y las exportaciones crecerían.

No obstante, es evidente que las relaciones con el exterior no se limitan a los flujos corrientes-transacciones comerciales, servicios, pago de rentas y transferencias-  sino que existen también operaciones financieras. El  conjunto ha determinado a lo largo del tiempo una posición financiera externa de la economía española que se verá muy afectada por la recreación de la peseta y la devaluación referida.

Al finalizar el año 2011,  la economía española tenía una posición neta negativa frente al  exterior de 968.000 millones de euros, resultado de unos pasivos de 2.316.000 millones de euros y unos activos frente al exterior de 1.348.000 millones de euros. Sin entrar a desglosar la composición de unos y otros, relevante a los efectos que vamos a comentar, cabe decir que los poseedores de activos frente al exterior ganarían en la medida en que los tienen formalizados en monedas cuyo valor en pesetas sería mayor por la devaluación inicial de la nueva moneda. Por el contrario,  la masa de deuda externa con sus correspondientes compromisos de devolución se vería incrementada para los residentes internos por la devaluación que sufra la nueva moneda. Por decirlo sencillamente, habrá que devolver euros que valen mucho más que las 166,386 pesetas actuales. Un incremento significativo de la deuda externa representa uno de los problemas fundamentales de la salida del euro.

España no podrá pagar nunca la deuda externa acumulada.

La cruda realidad es que nuestro país no podrá pagar nunca la deuda externa acumulada y, por consiguiente, menos podrá hacerlo si esa deuda hay que liquidarla en una moneda mucho más valiosa en términos de la moneda de la economía española. Son palabras mayores, pero significa que nuestro país tendrá que declararse en quiebra por imposibilidad de atender todos los pagos exigidos por el exterior.

“El euro es un proyecto tan contrahecho y con tantas carencias que si, por una vía milagrosa, se superase la actual crisis,  al día siguiente comenzaría a gestarse la siguiente”

Para esos pagos no hay que contar con los activos frente al exterior, puesto que los poseedores de estos son personas físicas o jurídicas cuyo espíritu no está alimentado por la  caridad, de modo que no regalarán su dinero a los deudores españoles. Los pasivos brutos que hemos mencionado, 2,3 billones de euros, es la carga a la que deben hacer frente los deudores, sin perjuicio de que algunos deudores tendrán también activos en el exterior y de que no todos los pasivos son exigibles en el mismo grado.

La primera distinción importante de la cifra citada es si se trata del sector público o del sector privado. La cifra recién citada se descompone en 300.000 millones de deuda del sector público, fundamentalmente deuda del Estado en manos de extranjeros, y de 2 billones de deuda del sector privado, muy destacadamente las instituciones crediticias. Unas instituciones atrapadas además en la crisis Inmobiliaria: un porcentaje significativo de los activos de la banca y las cajas de ahorro están comprometidos en préstamos a la vivienda de particulares y préstamos a promotores inmobiliarios. Ello, a su vez, ha desencadenado la crisis bancaria, con sus problemas de saneamiento de balances, quiebras de algunas entidades y reestructuración del sector, lo que implica problemas internos para la economía española y problemas externos, puesto que la contrapartida de la deuda externa son activos sobrevalorados o fallidos. ¿Qué hacer?

La deuda privada frente al exterior, la parte más voluminosa, no debiera constituirse en un problema que afectase al conjunto de los agentes económicos, sino que habría que dejar que cada uno de los atrapados en dificultades tratase  de superarla con su medios propios. Los que puedan pagar que paguen, otros que negocien quitas y otros, irremediablemente, tendrán que declararse en quiebra, todo lo cual repercutirá en los acreedores extranjeros y, por supuesto, es la credibilidad de la economía española que quedará por tiempo muy afectada. La crisis trae estas consecuencias. (Como es evidente, las instituciones europeas y el gobierno español no piensan lo mismo y de ahí toda la removida política y económica que ha generado la crisis bancaria y los intentos de resolverla con el rescate y la intervención del Eurogrupo)

Sólo cuando la crisis de la deuda afectara a empresas decisivas de sectores estratégicos, con un riesgo de desaparición, correspondería al Estado salvarlas bajo la fórmula de la nacionalización sin indemnización alguna y sólo atendiendo a los compromisos ineludibles para garantizar su supervivencia. La casuística de la realidad existente no permite avanzar criterios mucho más concretos.

La deuda externa del sector público, importante pero limitada, como se ha visto, remite a un problema más general: el endeudamiento global de las Administraciones públicas, con el Estado como principal institución en este tema.

Similitud entre el déficit de la balanza de pagos y el déficit público.

Hay una similitud muy grande en el caso español, por una parte, entre el déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente y el déficit público y, por otra, entre la magnitud del endeudamiento externo y el volumen de la deuda pública en circulación.

El endeudamiento sólo puede reducirse como consecuencia de un superávit, ya sea en la balanza de pagos o en las cuentas públicas, pero no es fácil de corregir. El déficit exterior responde a  causas complejas, que pueden sintetizarse en la falta de competitividad de la economía española y no son fáciles de superar. A pesar de los esfuerzos por lograr su reducción, a pesar de los duros ajustes internos y la depresión de la economía, el déficit exterior sigue existiendo y con ello originándose el aumento de la deuda externa.

En el caso del déficit público, los intentos de reducirlo chocan con la trampa de que una política fiscal contractiva hunde la economía y ello va acompañado de una reducción de los ingresos públicos y el aumento de algunos gastos, con lo cual los objetivos del déficit se alejan. La deuda pública acumulada no deja de crecer mientras exista el déficit, y la carga que ello representa, en unas condiciones además muy adversas por la crisis financiera internacional y las sospechas justificadas sobre la solvencia del país, que se traducen en tipos de interés con primas de riesgo muy elevadas. Se crea así un círculo infernal entre la obsesión por contener el déficit público y la depresión de la economía. Tanto él  déficit exterior como el déficit público exigen políticas que agravan hasta el extremo de lo disparatado y lo socialmente sostenible el hundimiento de la economía.

Hemos mencionado el déficit de la balanza por cuenta corriente de casi el 4% del PIB en 2011 y los 2,3 billones de euros de endeudamiento exterior.  En lo que se  refiere al déficit público todo intento de reducirlo por la vía de ajustes y recortes tiene consecuencias muy dramáticas, como se está experimentando en los últimos tiempos. Cada punto de rebaja del déficit público representa unos 10.000 millones de euros,  pero el endeudamiento (conocido) de las Administraciones Públicas alcanza a finales del 2011 los 800.000 millones de euros.

La conclusión, desde mi punto de vista, es la siguiente: así como no se podrá pagar el endeudamiento externo, también será imposible que las Administraciones Públicas españolas puedan hacer frente al montante de la deuda acumulada. Significa esto, expresado con toda claridad, que será necesario reducir el peso de las cargas de la deuda por la vía rupturista de anunciar y negociar una quita de la deuda pública española o imponer una moratoria a muy largo que, a todos los efectos, tiene el mismo significado.

Todos los acreedores poseedores de dicha deuda, extranjeros y españoles,  tendrán que ver disminuidos sus activos por el montante de la quita. Todo esto suena estridente, a crisis aguda, a una situación compulsiva, pero es una realidad ya, por ejemplo, en el caso de Grecia. Y nuestro país, con sus matices, tendrá que recorrer la misma senda.

No se puede ocultar el dramatismo que estos acontecimientos tendrán en nuestro país y en el ámbito de la unión europea. Pero hablamos de necesidades imperiosas y de fuerzas incontenible y, por consiguiente, no cabe pensar en la conveniencia o deseabilidad de estos hechos, que no lo son,  sino que están irremediablemente condenados a acontecer. Este punto de vista no es inocuo políticamente, porque,  cuando se habla de la salida del euro, este hecho no está ligado o forma parte de las reivindicaciones de la izquierda, sino que sucederá con independencia de la fuerza política de ella. En cambio, la política que acompañará a la salida del euro, política salarial, regulación laboral, redistributiva, fiscal, nacionalizaciones, derechos sociales, si estará determinada por el empuje de las fuerzas progresistas y la movilización social.

Más protección.

Hasta aquí se han tratado los asuntos fundamentales que implican la salida del euro. Pero tal suceso tiene muchas más implicaciones y consecuencias que, sin embargo, no son fáciles de anticipar puesto que no son independientes de las circunstancias en que se produzca esa salida -ya se ha visto antes que la casuística del desmontaje del euro es prolija- ni de, por otra parte, la profundidad de la ruptura de y con la Unión Europea.

Salir del euro podría significar ser uno de los países que conforman la Unión Europea pero no forman parte de la zona euro, como es el caso de Gran Bretaña o Dinamarca. De ser simplemente esto, habría que seguir respetando todas las normas que rigen en el mercado único y las políticas comunes. Si la ruptura del euro o el desenganche de un país pone también en cuestión la existencia o los compromisos derivados de la vinculación al  mercado único, los márgenes de una actuación autónoma, soberana e independiente, son indiscutiblemente mayores. Cabría concebir una situación intermedia que consistiría en lograr un régimen especial para una economía convulsa y traumatizada para contar con grados de libertad importante en el manejo de sus relaciones internacionales.

Así, debe pensarse en recuperar resortes y capacidad para controlar los movimientos de capitales. La globalización financiera, sustentada en la desregulación y la libertad absoluta de los movimientos de capital, se ha demostrado un disparate que es preciso acotar, tanto para reducir la especulación y la inestabilidad financiera como para proteger empresas y sectores nacionales.

Por otro lado, el mercado único impide levantar barreras arancelarias o restricciones cuantitativas al comercio de mercancías, pero no hay por qué descartar que, al menos transitoriamente, en una situación muy adversa desde todos los puntos de vista, se pudiera influir en los flujos de las importaciones, a sabiendas de la complejidad del problema, incluidas las represalias posibles.

Todo ello parece una vuelta al pasado, y sin duda lo es. Pero no cabe dramatizar el hecho pensando que se vuelve a una situación autárquica o de ruptura de relaciones económicas con el exterior.

Después de todo, el euro tiene una historia muy breve, poco más de 13 años, y sólo se trataría de desmontar algunos aspectos insostenibles de la unidad europea y recuperar para los países los resortes e instrumentos de que han dispuesto históricamente para conducir la economía por una senda elegida. El futuro siempre es oscuro, pero no nos son menores los riesgos de no tratar de dominarlo con todas sus incertidumbres, y continuar  como si no pasara nada camino de la catástrofe.

La situación social y política en que tenga lugar la ruptura económica que la salida del euro implica determinará su intensidad y la orientación de la política a seguir. La relación de fuerza entre las clases, la movilización social, el apoyo y comprensión con que cuente esa ruptura serán decisivos para recorrer el periodo de transición que se abre. Inútil es ocultar que la izquierda parte de una posición débil en casi todos los sentidos, pero los cambios en una situación económica y social tan adversa y perversa pueden ser bastante rápidos, que nos diría Lenin.

A partir de aquí, más que seguir proponiendo contenidos políticos alternativos, cambios económicos necesarios y convenientes, lo fundamental sería decidir la salida del euro y comenzar el debate social de como afrontar la nueva fase de nuestra historia, el despertar del mal sueño y la pesadilla del euro, que estará cargada sin duda de problemas y retos cruciales. Los ingentes recursos intelectuales que se gastan inútilmente en justificar o defender una posición perdida como es la perduración del euro en nuestro país debieran dedicarse a estudiar, profundizar y detallar las mejores soluciones para recuperar a una sociedad postrada y descompuesta en todos los órdenes. Supondría ocupar al país en actividades creativas e ilusionantes y abandonar el pesimismo funerario en que está atrapado. Muchas veces el miedo y la sinrazón paralizan y destruyen a las sociedades, las atosiga en estrechos callejones cuando las amplias avenidas están a la vuelta de la esquina.

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Por su interes analitico y el acierto en el pronóstico, este enlace permite leer otro articulo de Pedro Montes, publicado en “El Viejo Topo” a principios de 2009,  donde se avanza con precisión y solvencia  la degradación que ha sufrido el país desde entonces: ver artículo

Palabras de Lutero contra la usura

“ Hay que saber que en nuestra época (de la que el apóstol san Pablo predijo que sería peligrosa) no sólo la avaricia y la usura se extienden con fuerza por el mundo entero, sino que, además, estos defectos se atreven a encontrar toda clase de pretextos para dar rienda suelta a su maldad, so capa de legitimidad”. Sobre el comercio y la usura. Del Doctor Martín Lutero, agustino en Wittenberg.

Echo de menos en los discursos políticos de hoy día la radicalidad e incluso la violencia de las palabras de Lutero. Los economistas reformistas son críticos, pero les falta la dureza y la violencia que demanda la situación socioeconómica.

Los gestores de los fondos de inversión, los gestores del capital monetario y gran parte de sus propietarios, representan la maldad. Son el mal. Tal vez necesitamos de esta representación religiosa para medir acertadamente el daño que causan a pueblos enteros. Son usureros. Nos están chupando la sangre. Están sembrando la infelicidad. Debilitan a las empresas y a las familias. Socavan al Estado. Nos roban nuestro trabajo, destruyen el esfuerzo de muchas generaciones, atacan nuestra salud y la supervivencia de nuestros ancianos.

Cuantas más dificultades tiene un Estado para financiarse, más alto son los intereses. Pagar intereses del 7 % ya es usura. Pero pagar intereses del 25 % como hace el Estado griego no tiene nombre. No puede haber pretextos para estas prácticas económicas. Son horribles defectos, no virtudes. No son listos, son asesinos económicos. Generan enormes desgracias a pueblos enteros. Deberían ser desterrados de la tierra.

Lutero sólo conoció las formas antediluvianas del capital: el capital comercial y el capital productor de interés o capital usurario. Por eso su crítica es limitada porque limitado era el desarrollo del capitalismo que vivió. Pero captó la esencia del capital usurario: arruinar a los hombres y a las mujeres. Apropiarse no sólo de los beneficios, sino también de las condiciones de trabajo. Destruir las relaciones feudales y empobrecer al pequeño campesino hasta transformarlo en un proletario. Eso hace el capital usurario en la actualidad: los altos intereses que paga el Estado español por su deuda soberana se pagan proletarizando a los trabajadores, reduciendo tanto su salario directo como su salario indirecto (el salario indirecto es el que se obtiene por medio de las prestaciones sociales).

Recuerdo cuando Almunia decía que esta crisis había sido causada por la codicia, por las personas vinculadas al capital monetario, al capital de préstamo, que no encontraron límites para enriquecerse hasta la desproporción. Muchos economistas reformistas coincidían con este análisis. Pero no es a ellos a quienes se les ha obligado a pagar los platos rotos de la crisis. Y sus acciones siguen considerándose legítimas.

Pero después de la codicia, después del enriquecimiento sin mesura de muchos, ha llegado la crisis: la destrucción de capital y de trabajo. Ha llegado luego la crisis fiscal del Estado: tener más gastos que ingresos. Y ha llegado el sacrificio del pueblo. Esto es: ha llegado el capital usurario. Ha llegado el incremento de los intereses sin límites. Ha llegado el enriquecimiento de los dueños y gestores del capital monetario. Y muchos lo justifican: los mercados todavía no se fían y por eso exigen más garantías, esto es, más intereses.

Pero como atinadamente dice Lutero, representan el mal y no debería haber pretextos que los excuse. El Estado debería ponerlos en cintura y por medio de los impuestos reducir esos intereses a la nada. Hay crisis y hay que hacer sacrificios. Han sacrificado los salarios. Sacrifiquemos también las rentas del capital: los intereses y los dividendos. Señalemos con el dedo a todos los asesinos económicos. Acabemos con su legitimidad. No les dejemos vivir tranquilos. Devolvámosle el daño que nos han infringido. Son hijos de Satanás y extienden el mal por toda la tierra. Así que deberíamos hacerlos desaparecer de la faz de la tierra para que retorne la paz entre nosotros.

Todo es posible

Todo es posible

Isaac Rosa

Les adelanto lo que va a pasar en las próximas horas, para que se les vaya haciendo el cuerpo: este jueves viviremos otro día negro, la prima se acercará a los 700 puntos, el bono a diez años superará el 8% y la Bolsa sufrirá el mayor desplome de su historia. Rajoy y su Gobierno estarán desaparecidos todo el día, el BCE repetirá que no está para arreglar los problemas de los países, desde todos los frentes se sucederán los mensajes animando a España a que pida un rescate cuanto antes, y el Eurogrupo convocará una reunión de urgencia para el día siguiente.

El viernes no amanecerá mejor: aunque a primera hora se relajará algo la prima y subirá tímidamente la Bolsa, a lo largo de la jornada todos los indicadores empeorarán, mientras el Consejo de Ministros improvisa una agresiva reforma del sistema de pensiones, un endurecimiento de la reforma laboral, y el despido de miles de trabajadores públicos. El Eurogrupo pasará la noche del viernes reunido (ya saben lo que les gusta trasnochar), rodeado de todo tipo de rumores catastrofistas.

El sábado por la mañana todos darán por hecho que el Gobierno español pedirá ese mismo día el rescate total del país, aunque los portavoces del PP y algún ministro lo negarán con rotundidad hasta que a primera hora de la tarde, desde el Ministerio de Economía, Luis de Guindos anuncie la solicitud de rescate, que por supuesto no se llamará rescate. Con un poco de suerte, el domingo por la mañana Rajoy hará una declaración a la prensa antes de marcharse a los Juegos de Londres para presenciar el España-Honduras de fútbol, mientras la prensa amiga repite que es un rescate dulce, y que ya les gustaría a los griegos.

Vale, me lo he inventado todo, pero ¿a que suena verosímil? ¿A que no encuentran imposible un escenario así, con un rescate total del país en esta misma semana? Aunque a fecha de hoy no parece probable que España vaya a pedir el rescate de aquí al sábado, nadie se apostaría una cena a que no vaya a ocurrir. Seguramente ninguno de ustedes se jugaría no ya una cena, ni un café, a que no vaya a haber rescate de aquí a septiembre, a que vaya a sobrevivir el euro, a que Rajoy aguante este año, y no digamos ya apostar a que no vaya a haber nuevas subidas del IVA, nuevas bajadas de sueldo a los funcionarios, nuevas reformas regresivas o nuevos hachazos a los pilares del Estado de Bienestar, que son ya escenarios que se dan por descontados, y de los que sólo cabe especular si serán dentro de un mes o de un año. En cuanto a la cifra de paro, la apuesta habría que situarla no ya en los seis millones, sino en los siete millones, y aun así nadie se jugaría mucho en un envite así.

Todo es posible, repetimos estos días. Todo-es-posible. Con lo que hemos visto en los últimos meses, con lo que llevamos vivido desde mayo de 2010, cualquier escenario, por insólito que parezca, se ha vuelto de repente verosímil. Si al final se cumple, nos cabreará, nos impresionará o nos asustará, pero no nos sorprenderá demasiado. Si alguien profetiza que dentro de unos meses desaparecerá el Estado autonómico, no le llamaremos loco. Tampoco nos parecería un disparate pensar en la sustitución de Rajoy por un tecnócrata (incluso circulan nombres ya), ni un retorno a la peseta que hace poco parecía impensable, o la desaparición de derechos que siempre hemos creído intocables, lo mismo la sanidad que la educación universales y gratuitas. Voy más allá: en esta Europa donde todo es posible, no hay escenario descartable a años vista, por descabellado que parezca: lo mismo la disolución de la Unión que la llegada a algún Gobierno de un partido fascista; lo mismo un restablecimiento de fronteras que una suspensión de la democracia en un país con problemas. Hasta hay quien dice ver guerras en el horizonte, aplicando la enseñanza de anteriores crisis del capitalismo que ya sabemos dónde acabaron. A estas alturas nos podemos creer cualquier cosa, nuestra capacidad para el asombro es cada vez menor, las certezas de ayer se diluyen y lo que antes era totalmente imposible hoy como mucho es improbable, que no es lo mismo.

Todo es posible, repetimos. Todo-es-posible, todo-es-posible, todo-es-posible. ¿Todo? ¿Pero todo, todo? Hagamos la prueba con otro tipo de escenario: si les vaticino que el Gobierno endurecerá la fiscalidad a las rentas más altas y las grandes empresas, creará una poderosa banca pública, dará un uso social a la bolsa de vivienda vacía, combatirá con dureza el fraude fiscal, consultará a los ciudadanos qué medidas tomar para salir de la crisis, y conseguirá un mejor trato europeo bajo amenaza de abandonar el euro, ¿se lo creen? No, no se lo creen, no lo ven posible. Ni todas juntas, ni por separado. Les parece más verosímil pedir el rescate este sábado que adoptar cualquiera de esas medidas. Se ve que en el terreno de las políticas alternativas no funciona el “todo es posible”.

Otro intento: tras un agosto terrible, en septiembre el Gobierno cae y convoca elecciones. Ante el hundimiento de los dos grandes partidos sistémicos, los ciudadanos conseguimos presentar una gran coalición de partidos minoritarios, movimientos sociales y 15-M, ganamos las elecciones y aplicamos un programa radical contra la crisis, primer paso para convocar un nuevo proceso constituyente. ¿Lo ven verosímil? No, yo tampoco. Otro terreno donde no aplicamos el “todo es posible”.

Probemos de nuevo: les apuesto una cena a que en los próximos meses los gobiernos europeos se pondrán de acuerdo y tomarán las riendas de la crisis; refundarán la Unión con una orientación más social, serán solidarios con sus miembros en apuros, mutualizarán la deuda soberana, aprobarán un marco regulador estricto contra los excesos del sector financiero y los especuladores, y blindarán los derechos sociales y el Estado del Bienestar. Ya veo, todos me aceptan la apuesta, ya se ven cenando a mi costa. Una vez más, no todo es posible en Europa. Vemos verosímil su derrumbe, pero no su transformación a mejor.

Último intento: ¿se imaginan que los ciudadanos conseguimos unirnos en toda Europa, y extendemos una revolución por la que el capitalismo financiero, sin ayuda de los estados y falto de la impunidad de que ha disfrutado hasta ahora, acaba por hundirse dando paso a un nuevo modelo económico, más justo, más humano, menos criminal que este? Ya veo, se ríen de mí, me llaman iluso.

Conclusión obvia: el “todo es posible” sólo funciona dentro de unos estrictos límites marcados por los mismos que nos han hundido. Dentro del capitalismo, todo es posible hoy, incluso la mayor debacle. Fuera del sistema, nada es posible, ni pensarlo. Podemos imaginar el derrumbe económico, el paro masivo, la miseria, el fin de la democracia, y escenarios aún peores: la crisis energética y ecológica, la guerra; pero no nos cabe en la cabeza que “otro mundo es posible” (aquella consigna precrisis que hoy apenas se oye).

La destrucción es concebible, en todas sus variantes; la construcción de una alternativa, en cambio, es pura fantasía. De modo que todo es posible, pero sin pasarse. O más bien: ese “todo es posible” es otra muestra más del fatalismo con que nos intoxican a base de miedo y conmoción, por el que nos preparan para todo tipo de daños pero nos incapacitan para desear algo diferente. Nos aterroriza lo que hay, sí, pero han conseguido que nos asuste más intentar sustituirlo.

Y así seguirá siendo, continuaremos aceptando que determinados escenarios son no ya verosímiles sino incluso probables, mientras otros son totalmente impensables; y así seguirá mientras no nos convenzamos de que la convulsión de este fin de época no sólo debería servir para destruirlo todo, sino también para construir sobre nuevas bases; mientras no trabajemos para que el “todo es posible” que abre la crisis se convierta en una posibilidad de transformación que tal vez hoy está más a nuestro alcance de lo que lo ha estado en décadas. Aunque no nos lo creamos, aunque nos asuste, todo es posible. Todo.

El destino del dinero de los recortes

El destino del dinero de los recortes

El pasado viernes 20 de julio, el gobierno español publicó algunas previsiones económicas entre las cuales hay una que merece una reflexión especial. Se trata del dinero que se deberá destinar a los bancos en concepto de los intereses por la deuda pública.

Es importante recordar que cuando se habla de nuevo récord de intereses en la subastas para lograr de los bancos privados el dinero que el Banco Central Europeo no nos presta, se está asumiendo el pago de un dinero del erario público para los próximos años. Pues bien, ese dinero en los Presupuestos de 2012 asciende a 28.913 millones de euros y, según la nueva información divulgada por el Ejecutivo, en el 2013 será de 39.000 millones de un total de 126.792 millones que gastará el Estado. Se trata de los intereses por unos préstamos de los bancos privados al Estado en torno al 6%, pero recibido por las entidades privadas del Banco Central Europeo aproximadamente al 1%.

La normativa europea impide que el BCE preste directamente a los Estados y obliga a que sea a través de la banca privada, la cual logra con la operación un beneficio de más de cinco puntos, según el precio logrado en la subasta, precio que logra sea mayor cuanto peor valorado sea el país por las propias agencias creadas por los bancos.

El gobierno reconoció que el dinero destinado a los intereses bancarios es el gasto más relevante del Estado, incluso por encima de los costes de personal. O dicho de otra forma, los bancos se llevan en su usura tanto como todos los funcionarios del estado juntos, con la diferencia de que estos funcionarios van todos los días a trabajar y los bancos no deben hacer nada para recibir ese dinero.

Cuando alguien nos recuerde el estereotipo del funcionario que se escaquea quince minutos para el cafelito a costa del presupuesto público, le debemos recordar que los bancos se llevan el mismo dinero o más que todos los funcionarios (médicos, maestros, policías, bomberos, políticos, administrativos...) pero tomando cafelito de forma constante porque nunca deben trabajar para el estado para recibir el sueldo. Esos mismos bancos que tiraron de su vivienda a 46.559 familias en tres meses de 2012 por no pagar la hipoteca, 510 familias diarias se van a la calle porque les desahucian las entidades financieras. Muchos indignados gritan “el próximo parado que sea un diputado”, pero si fuera un banquero sería mucho más rentable.

La cifra de los intereses bancarios viene a ser unos mil euros que cada español adulto deberá pagar el próximo año a los bancos, y no en concepto de capital, sino sólo en interés.

Puesto que, según los datos del gobierno, el gasto de los ministerios se reducirá un 12,2% el próximo año hasta los 31.057 millones de euros, todo ese ahorro se lo comerán los bancos con sus intereses. El gobierno también precisó que el desequilibrio presupuestario es de 40.778 millones, es decir, una cantidad muy cercana a los 39.000 millones que deberemos darle a los bancos. De modo que ya estaremos gastando tanto como ingresamos sino fuera por los intereses bancarios. Así el año que viene deberemos volver a pedir prestado para pagar los intereses y la rueda de la transferencia de nuestro dinero a las cuentas de resultados de la banca privada seguirá funcionando.

En conclusión, que la única crisis que existe es que los bancos se están llevando nuestro dinero.

¡Sí que hay dinero!

¡Sí que hay dinero!

Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

Durante el debate parlamentario que tuvo lugar en las Cortes españolas a raíz de la presentación del presidente Rajoy de las medidas de recortes que su gobierno iba a realizar, el ministro de Hacienda y Administraciones Públicas del gobierno español, Cristóbal Montoro, indicó que éstas eran necesarias porque “el Estado no tenía más dinero”, punto acentuado por el propio Rajoy cuando subrayó que el nivel de deuda pública en España había alcanzado niveles inaceptables que forzaron la toma de medidas excepcionales, considerando la bajada del déficit como la prioridad número uno de su gobierno.

El presidente indicó también que tal bajada del déficit público era la condición indispensable para salir de la crisis, pues sólo con esta bajada se recuperaría la confianza de los mercados financieros y España podría volver a recibir prestado dinero a unos intereses más bajos.

Es sorprendente que la administración Rajoy continúe repitiendo esta creencia (creencia basada más en la fe que en la evidencia) cuando todos los datos acumulados muestran lo erróneos que son los supuestos sobre los que se basa.

Pero antes de mostrar tales datos, es importante subrayar, una vez más, lo que tienen en común los países hoy intervenidos –España, Grecia, Portugal e Irlanda–. Todos ellos tienen estados pobres (su gasto público, incluyendo el gasto público social por habitante, es de los más bajos de la Eurozona), con escasos ingresos al Estado (entre los más bajos de la Eurozona), poco redistributivos (entre los menos redistributivos de la Eurozona), y basados en una fiscalidad altamente regresiva (de los más regresivos de la Eurozona).

La causa de que todos estos países tengan estos puntos en común es que todos ellos tienen un contexto político semejante. Durante su reciente historia (los últimos cincuenta años) las fuerzas conservadoras han tenido una enorme influencia sobre sus Estados. Fueron gobernados por muchas décadas por gobiernos ultraconservadores.

El contraste con los países escandinavos (que tienen los Estados más desarrollados, con mayores políticas redistributivas y políticas fiscales más progresivas en la UE) se basa en que en aquellos países las fuerzas progresistas han sido las dominantes en su vida política, al revés que en los países intervenidos.

Se podría argumentar que España, como también aquellos países, tiene un Estado pobre porque es un país pobre. Pero los datos no confirman esta situación. El PIB per cápita es el 94% del promedio de la UE-15, y en cambio, el gasto público es sólo un 72% del promedio de la UE-15. En realidad, si fuera un 94%, España se gastaría 66.000 millones más en su sector público y en su subfinanciado Estado del bienestar (tanto en sus transferencias como en sus servicios públicos). Pero no se los gasta, no porque no existan. Sí que existen.

Lo que ocurre es que el Estado no los recoge. Y ahí está el punto clave que no se cita. La regresividad de la política fiscal que España tiene en común con todos los países intervenidos. Han tenido que pedir prestado dinero porque el Estado no recoge el suficiente.

Pero lo que es incluso peor es que durante la era de bonanza (estimulada por la burbuja inmobiliaria), el Estado español bajó más y más los impuestos, bajada que favoreció particularmente a las rentas superiores, que adquieren la mayoría de sus rentas de la propiedad de capital. Esta bajada de impuestos determinó –según ha indicado el Fondo Monetario Internacional– nada menos que la mitad del déficit estructural del Estado, déficit que permaneció oculto durante la expansión económica por el elevado crecimiento de ingresos al Estado, apareciendo, sin embargo, en toda su crudeza cuando el boom explotó.

Y ahora el Estado tiene que pedir prestado el dinero a los bancos (donde los súper ricos depositan los ingresos que habían adquirido como consecuencia de la bajada de sus impuestos), teniendo que pagar intereses para conseguir el dinero, que podría haberse obtenido, si no hubieran bajado los impuestos.

Y ahí está el problema más silenciado en los medios y en los debates. Fue una lástima que ninguno de los que participaron en el debate en las Cortes españolas hiciese las siguientes preguntas al presidente Rajoy:

¿Por qué el Estado español decidió congelar las pensiones a fin de conseguir 1.200 millones de euros, en lugar de revertir la bajada del impuesto de sucesiones, con lo cual habría obtenido casi el doble de ingresos ( 2.552 millones).

O, ¿por qué en lugar de recortar nada menos que 7.000 millones en sanidad, el gobierno no eliminó la reducción del Impuesto de Sociedades a las empresas que facturan más de 150 millones de euros al año, lo que significa menos del 0,12% de todas las empresas, con lo cual hubieran obtenido más de 5.600 millones de euros?

O, ¿por qué quiere ahora establecer el copago sanitario en lugar de aumentar los impuestos de los fondos SICAV y las ganancias especulativas?

O, ¿por qué quiere aumentar el IVA, en este momento de recesión, que afectará a las clases populares, en lugar de aumentar el impuesto de Sociedades al 35% para empresas que ganen más de un millón de euros al año, con lo cual ingresaría 14.000 millones de euros más?

O, ¿por qué quiere destruir puestos de trabajo en los servicios públicos en lugar de establecer un impuesto a las transacciones financieras, con lo cual, tal como ha señalado el sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda, se conseguirían 5.000 millones de euros?

O, ¿por qué en lugar de forzar reducciones de los Estados del bienestar gestionados por las CCAA no reduce la economía sumergida diez puntos, con lo cual aumentaría 38.500 millones de euros?

Estas son las preguntas que deberían haberse hecho y no se hicieron. Rajoy no las habría podido contestar y habría quedado en evidencia, mostrando, que en contra de lo que dice, sí que hay alternativas y sí que hay dinero.

Derecho a desobedecer

Derecho a desobedecer

Juan Torres

El pueblo español y otros europeos hemos comenzado a vivir bajo una tiranía.
Las autoridades imponen políticas que provocan daños económicos, físicos y  morales a la mayoría de la población. Reducen los ingresos y aumenta la pobreza y la exclusión (solo entre 2009 y 2010 aumentó en 1,1 millones el número de personas pobres en España). Disminuyen la financiación de los servicios públicos básicos, lo que hace que aumente la mortalidad, las enfermedades y todo tipo de daños psicológicos y personales (la tasa de mortalidad ha aumentado un 20% en Portugal desde que empezaron a adoptarse las políticas de ajuste y la esperanza de vida ha bajado por primera vez en España). Recortan los derechos de los más desfavorecidos al mismo tiempo que aumentan los privilegios de quienes gozan de más renta y riqueza (la desigualdad aumentará en España un 9% en 2012 como consecuencia de los recientes ajustes fiscales del PP).
Además, imponen estas medidas recurriendo a todo tipo de mentiras.
Dicen que las toman para mejorar la economía pero esta está peor que antes de tomarlas. Nuestra prima de riesgo esta más de 400 puntos por encima de la que había en mayo de 2010 cuando empezaron los recortes que Zapatero y luego Rajoy dijeron que había que tomar para que bajase.
Dicen que las reformas del mercado laboral son para crear empleo y lo que sucede es que la tasa de paro está cinco puntos más alta que antes de aprobarse.
Dicen que hay que reducir el gasto social para disminuir la deuda y resulta que ahora está casi 17 puntos más arriba en porcentaje sobre el PIB que hace dos años porque lo que ocurre, lógicamente, es que con menos gasto público se generan también menos ingresos en todas las actividades.
Dicen que hay que reducir el gasto en personal público porque no hay dinero pero privatizan servicios a base de contratos a favor de empresas privadas que son más caros que el personal que ahorran. Así ha pasado, entre otros muchos casos, con la privatización del servicio de expedición de vidas laborales de la Seguridad Social pagando 4,7 millones de euros a una empresa privada.
Dicen que no hay dinero pero se sacan de la manga cuando les conviene miles de millones para salvar a los banqueros corruptos, conceden amnistías fiscales, desmantelan la lucha contra el fraude fiscal y renuncian a obtener los ingresos que podría proporcionar combatirlo de frente y eficazmente. Solo en pago de deuda ilegítima que deberíamos repudiar nos hemos gastado en 2008, 2009 y 2010 algo más de 120.842 millones de euros, según Agustín Turiel.
Dicen que todas esas medidas son imprescindibles para salir de la crisis pero la realidad indiscutible es que no hay ninguna experiencia en el mundo de algún país que haya salido de una parecida adoptando este tipo de políticas. Al revés, le han hecho frente mejor quienes hacen lo contrario.
Y entre tanta estafa y falsedad, nuestras instituciones han quedado viejas y resultan inútiles. Ni el PP ni el PSOE son capaces de aportar soluciones a la situación ni de enfrenarse con inteligencia, valentía y dignidad a las imposiciones de los poderes financieros. Pero no tienen inconveniente en repartirse cerca de 25 millones de euros en subvenciones solo para el primer trimestre de 2012, según acaba de publicar el Boletín Oficial del Estado.
El Presidente del Gobierno ha reconocido ante el Pleno del Congreso de los Diputados que en España no tenemos libertad, y ninguna institución, ningún juez, ningún fiscal, ningún partido pide cuentas por reconocer que la voluntad del pueblo ha sido secuestrada.
El Rey, cuya función constitucional es la de arbitrar con equidistancia, toma partido y gobierna a favor de la oligarquía que se beneficia de estas políticas y de los recortes con los que está en desacuerdo el 70% de la población española.
La Constitución es un papel mojado porque no garantiza el ejercicio de derechos básicos, ni la soberanía nacional, ni el libre albedrío de todos sus ciudadanos, ni la defensa de nuestro patrimonio ni la de los intereses económicos de la Nación española, ni, por supuesto, la libertad que Rajoy reconoce sin inmutarse que nos han robado.
Y en Europa se asienta el cerebro del Tirano: no hay manera democrática de hacer frente a las imposiciones de la banca, cuyos antiguos directivos han tomado al asalto las grandes instituciones, y donde sus autoridades incluso comienzan a declararse, como en el Estatuto del Mecanismo Europeo de Estabilidad, inmunes e inviolables (artículo 35.1) decidan lo que decidan y hagan lo que hagan.
Los españoles no tenemos por qué aceptar la traición de nuestros gobernantes y la imposición de políticas injustas y basadas en mentiras, que solo benefician a las minorías privilegiadas, ya salgan de La Moncloa, de Bruselas o del mismo infierno. “Cuando el gobierno viola los derechos de los ciudadanos la insurrección es para el pueblo, y para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más indispensable de sus deberes”, tal y como decía el artículo 35 de la Declaración de los Derechos del Hombre de 1793, porque, como también afirma la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su Preámbulo, el pueblo tiene el “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.
Si los pueblos no hubieran ejercido estos derechos, si no hubieran desobedecido leyes injustas como las que se imponen ahora, si en lugar de ello hubieran obedecido “con responsabilidad”, como pide la Secretaria General del PP, todavía habría esclavitud, todavía los negros serían considerados seres de rango inferior, y las mujeres ni podrían votar ni tomar decisión alguna sin el permiso de sus padres o maridos.
¡Ya está bien de obedecer a los tiranos que gobiernan contra el pueblo! Hay que reclamar sin miedo elecciones generales para acabar con la estafa electoral protagonizada por el PP y con la ineficacia y corrupción de los partidos instalados en el sistema nacido de la transición, hay que abrir paso a una nueva Constitución que salvaguarde de verdad nuestra soberanía nacional y el ejercicio de los derechos básicos, que combata la corrupción como a un cáncer maligno, que obligue a respetar los principio de equidad y justicia fiscal, que proporcione nuevos medios de participación social y ciudadana… que no permita nunca más la vergüenza de estar gobernados por un presidente al que le dé igual que hayamos perdido la libertad.
Quienes nos imponen estas políticas cuentan ya con un determinado grado de respuesta y rechazo social (“pueden hacer mil marchas, mil huelgas, nada cambiará”, decía Menem en julio de 1997 en la Argentina que sufría entonces lo mismo que ahora los pueblos europeos). Por eso no basta con respuestas aisladas y desunidas. Hay que reaccionar frente al tirano con el único medio al que nunca podrán vencer: la máxima unidad ciudadana, la desobediencia civil y el sabotaje pacífico, siempre pacífico, y democrático de sus normas e imposiciones. Sin miedo y con esperanza, porque Gandhi lo dijo bien claro: “Siempre ha habido tiranos y asesinos, y por un tiempo, han parecido invencibles. Pero siempre han acabado cayendo. Siempre”.

Pedro Montes: Salir del euro, la mejor opción

Miguel Riera.

Director de “El Viejo Topo” *.

Empiezan a oírse voces entre los economistas que plantean, como única salida realista –y dolorosa– a la crisis, el abandono de la moneda única. Pedro Montes fue de los primeros, sino el primero, en advertir de las graves consecuencias que arrostraría España tras la adopción del euro y la forma exclusivamente mercantil con que se estaba construyendo la Unión Europea y a la vista está que Europa constituye el nudo de la cuestión de la compleja crisis española. La entrevista tiene un carácter polémico indiscutible, pero también muy necesario. 

Hace años, en una entrevista publicada en esta revista aseguraste que España se encaminaba o bien al caos, o bien a la catástrofe.  Utilizabas también en un artículo por aquellas fechas la expresión “callejón sin salida”. Me pregunto qué piensas ahora al respecto. ¿Caos, catástrofe, callejón sin salida? 

8_montes_picornel ©Joan Picornell

No hace tantos años, Miguel, era marzo de 2010, lo que sucede es que la crisis económica es voraz y va muy deprisa. Traté de decir en aquella ocasión que, teniendo en cuenta la evolución de la economía española tras la creación del euro, cuando ya se había incurrido en un déficit enorme de lo que se llama la balanza de pagos por cuenta corriente y, por tanto, se había acumulado una deuda exterior insostenible, el país se enfrentaba a un dilema: o se mantenía en el euro y se encaminaba al desastre o asumía el paso convulsivo de desligarse de la moneda única. Caos y catástrofe, o catástrofe y caos. Decir entonces que el país se encontraba en un callejón sin salida era una forma de resaltar la angustiosa situación, bien entendido que las sociedades siempre encuentran una salida, por dramáticas que a veces sean las soluciones. El dilema sigue vigente, pero la perentoriedad es más aguda y también todo se ha clarificado. En mayo de 2010, como todo el mundo sabe,  Zapatero dio un giro radical a su política, con recortes y ajustes, una reforma laboral y la deleznable reforma de las pensiones, que contó, no debe olvidarse, con el respaldo de las direcciones de CCOO y UGT. Posteriormente, y en apenas pocos meses, burlándose de los ciudadanos, el gobierno del PP ha emprendido un conjunto de reformas que, aparte de acentuar la política del PSOE, son de una agresividad, y se podría decir crueldad, que han dinamitando el pacto social surgido de la transición tras la muerte del dictador. Ha sobrevenido un desastre económico, social y ya también político, de modo que la disyuntiva en estos momentos es si continuamos directos por el camino al infierno, Grecia ya está en él, o recuperamos una moneda propia y un banco central propio para afrontar la crisis. La UE nos ha trazado una siniestra ruta que de aceptarla implicaría una especie de suicidio colectivo.

Vayamos por partes. Parece evidente que las fuerzas políticas mayoritarias (por no decir todas, porque todavía no se oye a ninguna de ellas exigir la salida del euro) están por tragar lo que haya que tragar para mantenerse en la moneda única. Si finalmente se decide seguir en la eurozona, ¿qué porvenir le queda reservado a los españoles? ¿Cuántos años de sufrimiento nos esperan? 

En efecto, hay muchos datos,  declaraciones y hechos–no olvidemos la nocturna e infame reforma de la Constitución– que dejan sentado que tanto el PP como el PSOE consideran el euro como irreversible, lo cual constituye el fundamento de la estrategia política que siguen. Es el acuerdo básico que comparten entre ellos, al cual se suman sin restricción alguna –fuera de las maniobras políticas ante tal o cual asunto– CiU y el PNV. A partir de ahí entramos en un gran problema político: la posición de la izquierda ante el dilema de la crisis. Y digo de la izquierda incorporando a ella a los sindicatos mayoritarios.

Nuestro país no puede sobrevivir en el euro, y, con independencia de lo que quiera el centro derecha y piense mayoritariamente la izquierda y muchos de sus dirigentes, la desvinculación con la moneda única es inexorable

No se enteraron de lo que implicaba, económica y socialmente, la moneda única, y siguen sin querer saber las consecuencias que tendrá. Viven pensando que la crisis actual es un accidente que tendrá pronto remedio, que el pasado volverá y que todo lo que es necesario es ponerle un ápice de política social a la estricta política económica necesaria para remontar la situación. Se alaba la austeridad y se reconoce que es inevitable disminuir el déficit público, como si eso fuera la cuestión fundamental. Izquierda Unida, que tuvo el honor de oponerse a Maastricht con un debate muy rompedor en su seno, defiende ahora una salida progresista a la crisis, pero se queda sin respuesta, como pasó en el debate de investidura, cuando Rajoy contestó que muy bien, pero que los inversores extranjeros no nos prestaban dinero si no se acometían ajustes y recortes. Si la salida progresista de la crisis, que también desean los sindicatos, fuera posible y sencilla de practicar, ¿alguien piensa que no la hubiera aplicado el PSOE, e incluso el PP, aunque en este caso hay que introducir otras consideraciones políticas? Las perspectivas, desde mi punto de vista, son muy negras, al punto de que he llegado escribir un artículo afirmando que la crisis todavía no ha empezado.

Pues vaya… 

Estamos, no en el borde, sino cayendo por un precipicio cuya profundidad no se conoce. No es posible hacer pronósticos sobre el tiempo, así que todos los anuncios de brotes verdes son mentira. Ahora bien, tengo la convicción de que nuestro país no puede sobrevivir en el euro, y que, con independencia de lo que quiera el centro derecha y piense mayoritariamente la izquierda y muchos de sus dirigentes, la desvinculación con la moneda única es inexorable. Cuándo y cómo se producirá, no lo sé. Ya he dejado de discutir si la alternativa mejor de la izquierda es procurarse una Europa que corrija los principales defectos y carencias de Maastricht. La unidad construida no es reformable y las consecuencias que ha comportado no son superables. El tiempo, pronto creo, dirimirá la cuestión.

Pedro Montes, un economista comprometido con la izquierda

Miembro del Consejo Editorial de “Crónica Popular”, presidente de “Socialismo 21” y miembro del Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), Pedro Montes Fernández es, sin duda alguna, el economista español que denunció primero y con más perseverancia hasta le fecha la grave crisis financiera con el euro como fondo de la explicación y no dudó nunca en pedir la salida de España de la zona euro.

Nacido en Granada en 1945, Pedro Montes posee una sólida formación y curriculum como economista. Se licenció en 1968 en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid con la calificación de premio extraordinario y, al año siguiente de su licenciatura, ingresó por oposición en el cuerpo de titulados del Servicio de Estudios del Banco de España, en el que permaneció hasta 2002. En el Banco de España, desarrolló investigaciones econométricas relacionadas con el sector exterior, fue durante seis años responsable del área de coyuntura y análisis económico y, posteriormente, del área de Sector Público. Además, sus últimos años en el Banco central español estuvieron centrados en el estudio de los problemas de las relaciones de España con la Comunidad Europea y al proyecto de integración monetaria de la UE.

Representó al Banco de España en numerosas reuniones de Comités de la OCDE, en París, y del BIS, el “Bank for International Settlements” o “Banco de Pagos Internacionales”, banco central de bancos centrales, con sede en la ciudad suiza de Basilea. Asimismo, asistió en 1971 en Washington a un curso sobre metodología de la Balanza de Pagos, impartido por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Durante algunos años combinó su trabajo en el Banco de España con la docencia universitaria, primero, en el curso 1969-1970, como profesor ayudante de la cátedra de Teoría Económica de la Universidad Complutense de Madrid y, después, en los cursos 70-71 y 71-72, como profesor encargado de la misma asignatura en la Universidad Autónoma de la capital.

Desde su juventud, Pedro Montes mantiene un activo compromiso con la izquierda, militando tanto en formaciones políticas como sindicales. Afiliado desde los comienzos de CC.OO a esta central sindical, perteneció a la Ejecutiva de la Federación de Banca y fue promotor del “sector crítico” de dicho sindicato.
Asimismo, desde 1991, perteneció al Consejo Político Federal de Izquierda Unida y, desde 2002 hasta 2008, fue miembro de la Presidencia Federal de dicha coalición política. En la actualidad, es presidente de la asociación “Socialismo 21”.

Es autor de varios libros, como “La integración en Europa: del Plan de Estabilización a Maastrich” (1993), “El desorden neoliberal” (1999), “La historia inacabada del euro” (2001), todos ellos en Editorial Trotta, así como de “Golpe de estado al bienestar. Crisis en medio de la abundancia” (1996) (Icaria). Al mismo tiempo, es coautor de otras obras, entre ellas “La larga noche neoliberal”, “La izquierda y Europa”, “La reestructuración del capitalismo español” y del epílogo de la última edición francesa de “El capitalismo tardío”, del economista belga Ernest Mandel, uno de los teóricos marxistas de más peso en el siglo XX, al que se deben, entre otras obras, su “Tratado de economía marxista”.

Su firma forma parte desde hace muchos años de publicaciones especializadas en cuestiones económicas y en otras de información general y, durante veinte años, escribió la sección de “Información económica” de “Moneda y Crédito.

Tratemos de verlo desde el punto de vista de los que quieren seguir en el euro. Imaginemos que fuera posible, ¿cuál sería el coste? Al final, las deudas hay que pagarlas… ¿a cuánto nos tocaría por cabeza? 

El núcleo del problema es el endeudamiento de todos los agentes económicos, o su alto “apalancamiento”, como también se dice. Las familias deben mucho en relación con su renta disponible. Las empresas tienen una relación muy desequilibrada entre su capital propio y ajeno. La banca tiene muchas deudas contraídas y sus activos, muy ligados a la vivienda, suelo y promotores están sobrevalorados, son muy ilíquidos, tienen poca rentabilidad y sus plazos de amortización están desajustados con el calendario de sus pasivos. Las instituciones públicas no tienen ingresos suficientes para cubrir sus gastos y los compromisos de las deudas que tienen contraídas. Y el país en su conjunto, resultado de los grandes déficits de la balanza de pagos y una actividad financiera global disparatada, tiene unos pasivos frente al exterior que superan los 2,3 billones de euros, esto es, casi 2,3 veces el PIB.

¿Y cómo hemos llegado a eso? 

El origen de esta situación tiene que ver con el euro. Una vez implantado y conectados los mercados financieros se obtenía financiación a raudales en los mercados internacionales y a tipos de interés muy bajos, puesto que todas las emisiones se hacían en una moneda común que no hacía distingos por países, pues  ya no había que cubrir los riesgos de devaluación de las monedas de los países más débiles. Los tipos de interés de la deuda pública alemana y la deuda pública española eran parecidos. Esta situación duró hasta el estallido de la gran crisis financiera internacional que desató la quiebra del banco norteamericano de inversiones Lehman Brothers. Durante ese tiempo nadie cayó en que se estaban produciendo desequilibrios muy profundos en las relaciones económicas de los países euro, y por tanto que algunos de ellos estaban acumulando deudas insostenibles. Los más ilusos, que hubo muchos, llegaron a pensar que con el euro se había inventado algo maravilloso: se podía crecer y acumular déficits porque con la moneda común no había problemas de financiación.

Se había encontrado la lámpara de Aladino… 

Todo cambió radicalmente con la crisis financiera. Los canales de financiación se cerraron, los mercados dejaron de operar, del clima de euforia financiera se pasó a otro tormentoso, y la situación de cada agente económico y de cada país pasó a examinarse con lupa. Las primas de riesgo de la deuda soberana de los países del euro empezaron a ensancharse, dependiendo de la solvencia que otorgaban los mercados a cada uno de ellos, y, por supuesto, los más endeudados se complicaron la existencia, ya que se les encareció crudamente la financiación. Todo es conocido, Grecia, Portugal, Irlanda…. España. Hay un momento en la vida de los deudores en que la deuda los devora. Por elevada y por costosa ya no pueden hacerle frente, y esto vale para familias, empresas, bancos, Estados y países. En mi opinión, nuestro país ya está devorado por la deuda, y por ello, no logro imaginarme que continuemos en el euro con normalidad. Fíjate bien que para hacer frente a la deuda externa, para pagarla poco a poco sería preciso que nuestro país tuviera un excedente de la balanza de pagos por cuenta corriente, y todavía tenemos un déficit a pesar del hundimiento de la economía y de los millones de parados acumulados.

Del mismo modo, el sector público para reducir su deuda necesitaría tener superávit, y ya se ve lo difícil que es reducir el déficit y el círculo vicioso en que se entra cuando los ajustes y recortes se imponen, pues se ahonda la recesión y disminuye la recaudación fiscal. Ahora, engañosamente, la política económica está dirigida a equilibrar las cuentas públicas, y hasta la saciedad nos cuentan que la reducción del déficit es condición necesaria para remontar la crisis y, como no, para empezar a crear empleo. Digo engañosamente, porque siendo verdad que hay problemas para financiar el déficit y que mientras exista se agrava el endeudamiento del sector público, las cantidades en que puede reducirse son insignificantes con respecto a la deuda acumulada. La disputa entre el gobierno de la Unión Europea por fijar el montante del déficit publico décimas arriba o abajo, que finalmente quedó en el 5,3% del PIB para este año, es ridícula  pensando que el endeudamiento público equivale –más o menos, las cifras reales son un misterio– al PIB anual. Algo así como discutir de 10.000 euros cuando se debe 1 billón. 

Tengo la impresión de que la gente sabe que estamos ante una crisis grave, pero que desconoce la magnitud de la tragedia. 

Es evidente que se manipula a la opinión pública y que se aprovecha el problema marginal del déficit público para justificar la brutal política de recortes que se está llevando a cabo y que es inútil porque deja el problema de fondo intacto, si no agravado. Todo esto que cuento deja sin interés la pregunta de cuánto tendremos que aportar cada uno por la deuda. La crisis no es un cociente, con un numerador que, por lo demás, no sabríamos cuál es: ¿los pasivos exteriores?, ¿la deuda pública? Lo del “per cápita” en sociedades tan profundamente desiguales es una entelequia. La crisis es un clima, una situación, donde el sufrimiento personal alcanza una casuística tan enorme que no hay comparaciones posibles. Un parado pagará poca deuda. Un desahuciado es posible que se libre de la hipoteca, pero se ha quedado sin casa. Un inmigrante irregular no tendría que preocuparse del déficit público, pero puede morir en la calle sin asistencia. Más vale ver con este prisma la crisis que haciendo operaciones aritméticas cuyos resultados no dicen nada. Me dijiste antes eso de que al final las deudas hay que pagarlas. La deuda abre cuestiones cruciales en estos momentos, que seguro deseas que comentemos. Te avanzo: las deudas hay que pagarlas si se puede. 

Pero no se puede, eso se desprende nítidamente de lo que acabas de decir. Adelante con esas cuestiones cruciales… 

Veamos. La economía española no puede generar los recursos para hacer frente a su posición deudora exterior, ya te he indicado que sería necesario registrar superávit de la balanza de pagos. El Estado a duras penas corrige su déficit y cada vez le resulta más difícil encontrar financiación para taponar los muchos agujeros que debe cubrir para que el país no sea declarado en bancarrota (ahí está el caso de Bankia y los 23.000 millones, o más, para rescatarlo). Las emisiones de muchas comunidades autónomas están valoradas como bonos basura.

8_montes_med Pedro Montes. ©Germán Gallego

El sistema bancario está en quiebra. La calificación de las emisiones de los bonos y acciones de las empresas importantes se rebaja cada día. La morosidad crece y los desahucios también. Este es el cuadro actual, pero lejos de ser estático tiende a empeorar por la recesión y porque la desconfianza que suscita la economía española es completa, dentro y fuera del país. La prima de riesgo de la deuda pública crece incontenible y con ella todos los tipos de interés aplicados a las empresas y entidades españolas, que son las que soportan la mayor parte de la deuda externa. De los 2,3 billones que he citado, 2 billones corresponden al sector privado.

Con esta perspectiva, los defensores de permanecer en el euro, entre ellos la cúpula del gobierno –para Rajoy el euro es irreversible, para el ministro de Hacienda, Montoro, la solución es más euro y más Europa– buscan desesperados por Europa y ya también por Washington fondos para sostener la situación. Se muestran renuentes a utilizar la palabra rescate, pero en el fondo saben que cualquier aportación financiera significa estar intervenidos y someterse a las directrices que emanen de los prestamistas. De hecho, desde mayo de 2010 la política económica depende de las instituciones europeas y las presiones de los mercados, y todo indica que se acentuará en lo inmediato. Ser rescatados no es fácil por la enorme cantidad de euros que se requieren, pero haciendo de la necesidad virtud, es posible, con el argumento de que España es demasiado grande para dejarla caer, que transitoriamente se evite la catástrofe. 

¿Transitoriamente? 

Transitoriamente, porque la palabra “rescate” es engañosa, o más duro, falsa. Ahí está otra vez Grecia como caso pionero.  Cuando “rescatan” a un país no lo salvan de su precariedad y angustia, sino que “le echan el guante”, lo maniatan, lo aprisionan y lo someten a todo tipo de humillaciones y barbaridades, incluida la de pasarle por encima y despreciar a las instituciones democráticas. Siempre amenazados, continuamente vigilados, los países rescatados se van hundiendo económica y socialmente en un abismo que no parece tener fondo. No tendrá que ser diferente en el caso de España y cabe añadir un matiz a esta degradación.

Lo mejor para nuestro país, para la inmensa mayoría de los ciudadanos, sería desvincularse del euro y recuperar soberanía e instrumentos de política económica.

El país “rescatado” no se libera de sus deudas sino que aumentan y se hacen más onerosas. Por así decir, el “rescate” implica una agonía sin fin. La otra alternativa, la de desligarse del euro y recuperar muchos de los resortes con que ha contado la política económica históricamente para llevar a cabo las políticas necesarias que reclama la sociedad, conmocionará sin duda alguna al país.

Es muy difícil calibrar todas las consecuencias que desatará esa salida, pero frente al rescate, tras un período difícil, muy difícil y complejo si se quiere, no hay que engañarse, abre todas las oportunidades para recuperar y rehacer el país. Algún lector avispado preguntará inmediatamente: ¿y qué pasará con la deuda externa que además se elevará considerablemente en términos de nuestra nueva peseta tras la devaluación que tendrá lugar? Por mi parte, no puedo afirmar otra cosa que la salida del euro lleva aparejada inevitablemente el impago de la deuda, con los matices que puedan incorporarse. Palabras mayores, un grave problema, pero irresoluble de otra forma. 

¿Y cuál crees que sería el impacto en la UE de una salida del euro por parte de España? ¿La seguirían otros países? ¿Podría significar el fin del euro? 

Sin duda muy importante  por el peso económico y financiero de nuestro país. Las fichas del dominó no son todas iguales, y tras Grecia, Portugal e Irlanda la caída de España, bien en la versión rescate o bien con la salida del euro, conmovería los cimientos de la unión monetaria, tanto más cuanto que se sabe que cuando se resuelva nuestro caso espera el de Italia. El disparatado proyecto del euro aún dará muchos quebraderos de cabeza a los dirigentes europeos. Acabo de leer una entrevista con Jacques Sapir, un reconocido crítico de la unión monetaria y un abanderado de la “ desglobalización”, cuyas palabras a una pregunta sobre si la crisis financiera de la UE podría afectar  a Francia se pueden compartir y son las siguientes (resumo): “La crisis financiera ya ha contaminado a Francia. La prima de riesgo con Alemania alcanza ahora más del 1,3% o 130 puntos básicos. Es una diferencia idéntica, e incluso superior, a la que existía antes de crear la zona euro. De hecho, la única ventaja del euro –poder pedir prestado a tipos globalmente equivalentes a los alemanes– ha desaparecido.

La salida del euro lleva aparejada inevitablemente el impago de la deuda, con los matices que puedan incorporarse; palabras mayores, un grave problema, pero irresoluble de otra forma

La cadena de contaminación de la crisis es muy conocida. La situación de Grecia ejerce una influencia directa sobre Portugal. Una degradación de la situación portuguesa tiene consecuencias nefastas para España, y eso entraña la degradación de la situación financiera de Italia. Sin embargo, las situaciones  en esos países son muy diferentes y esas diferencias hacen que, estructuralmente, no debería haber contaminación porque los problemas de los países son distintos, incluso aunque tengan el mismo origen: el euro. El euro ha sido el causante de que España se haya desindustrializado y especializado en los servicios y la construcción; y de que Italia padezca un tipo de cambio sobrevalorado. Los tipos de interés son importantes en España y cruciales para Italia. Por eso los mercados financieros reaccionan, pasan de esas diferencias y surge la cadena de contaminación”. Sapir concluye: “Está claro que cuando España e Italia tomen dinero prestado por encima del 6%, habrá llegado el momento de cuestionar a Francia. Todos saben, aunque ahora no se diga, que si España e Italia se vieran forzadas a salir de la zona euro, Francia tampoco podría permanecer en ella”. Creo que tu pregunta queda así contestada. Se pueden hacer muchas hipótesis sobre cómo discurrirán los acontecimientos, pero quizá lo único cierto es que nadie ni ningún país está en condiciones de controlarlos y que con la tormenta desatada la zona euro no sobrevivirá con la configuración actual, pudiendo llegar a desaparecer.

La desaparición del euro o una eurozona en la que hubiera sido podado el sur, ¿qué efectos produciría en el dólar y la economía estadounidense? 

Entramos en un terreno más especulativo y me muevo con una regla que sería: cuanto mejor le vaya al euro o a las monedas más fuertes que lo conforman peor le irá al dólar americano. No es algo surgido de ninguna ley mecánica sino de la interpretación de que el capitalismo está sufriendo un desequilibrio económico-financiero mundial que se resolverá por un reequilibrio que tendrá consecuencias geopolíticas. Por otra parte, los Estados Unidos en particular, debido a las enormes emisiones de deuda pública financiadas por la Reserva Federal para hacer frente a la crisis terrible que abrió la quiebra de Lehman en las finanzas y la industria del país, ha alimentado una burbuja de sus bonos que en algún momento tendrá que explotar.

Por decirlo de otra manera, hay pendiente una crisis del dólar cuyo estallido puede sobrevenir por diversos motivos, uno de los cuales desde luego es cómo se resuelva la crisis del euro. Estados Unidos es de lejos el primer país deudor exterior neto del mundo–el segundo, por cierto, es España–, y cuando se tienen unos pasivos brutos que superan los 18 billones de dólares es para estar intranquilos, ellos como país y el resto del mundo por los contagios posibles.

Siempre amenazados, continuamente vigilados, los países rescatados se van hundiendo económica y socialmente en un abismo que no parece tener fondo

Los principales acreedores exteriores netos del mundo son Japón, China y Alemania, un país este que, por su fuerza económica, puede tener veleidades de todo tipo y no es descartable que el euro suponga una rémora para sus planes, si bien, como especulamos, habrá quien sostenga que es el primer país interesado en mantener el euro como una moneda débil que facilita sus exportaciones y el excedente de su balanza comercial. Digo para concluir: había una carrera entre el euro y el dólar para ver a qué moneda le llegaba antes la crisis y los europeos nos hemos adelantado. Algunos malpensados incluso opinan que los norteamericanos azuzan la crisis del euro –hasta se cita al profesor Krugman por sus análisis críticos sobre la unión monetaria– para entretener a los mercados.

Volvamos a las consecuencias de permanecer en el euro. Los eurobonos, la unión bancaria, la cesión de más soberanía, un cambio en la política del BCE, el diseño europeo de políticas de crecimiento, el rescate bancario… ¿todo eso sería suficiente para que la crisis que atraviesa España se resolviese a medio plazo?

Me reafirmo  en mi opinión. Creo que lo mejor para nuestro país, para la inmensa mayoría de los ciudadanos, sería desvincularse del euro y recuperar soberanía e instrumentos de política económica. Confío además en que esto sucederá inevitablemente y sería muy conveniente que Izquierda Unida y los sindicatos mayoritarios adoptaran como estrategia esa alternativa. La sociedad tiene mucho miedo, la opinión pública está muy manipulada, al punto de que, a pesar de los grandes sufrimientos que ya padecemos y las amenazas que se ciernen en el horizonte, todavía se siente pánico ante la idea de abandonar, no Europa, sino la unión monetaria. Pasa aquí y está pasando en Grecia.

8_montes_banco Las encuestas hablan ya de casi un tercio de la población que culpa al euro de la crisis y quisieran desvincularse de él. ©Germán Gallego

Con todo, las encuestas hablan ya de casi un tercio de la población que culpa al euro de la crisis y quisieran desvincularse de él. Nadie representa políticamente a esa significativa minoría que podría ampliarse con facilidad con una buena explicación de lo sucedido y si se trabajase con seriedad en esa alternativa. Todos estamos opinando de la crisis europea cuando, en las circunstancias actuales, sería conveniente y legítimo dedicarse a pensar, aunque fuese como hipótesis improbable, en el escenario de no permanecer en el euro. Quiero añadir que el tiempo es un dato de la situación que hay que tomar en cuenta. Cuanto más se prolongue la caída en esta fase destructiva del tejido productivo, de la desaparición de empresas, de ruina económica, de acumulación de paro –un terrible problema en todos los órdenes– y de degradación social, será mucho más difícil y complicado recuperar al país y rehacerlo desde todos los puntos de vista. Ahora bien, como verás, esta es una versión española, considerando lo más deseable para nuestro país y nuestras gentes. Pero cabe preguntarse qué piensa Europa de la crisis del euro, de los peligros que entraña España y de lo que convendría hacer. Hay mucho ruido, propuestas, ocurrencias, disputas y controversias, lo cual prueba que hay también mucha desesperación y pocas ideas claras.

Querámoslo o no, la unión monetaria la conforman un conglomerado de países, con fuerza distinta, intereses contrapuestos, situaciones económicas, sociales y políticas muy diferentes y todos, en general, con problemas serios, cuyas sociedades reclaman a sus gobiernos soluciones que respeten en lo fundamental los intereses nacionales.Añádase que hay reglas, compromisos, pactos y casi una constitución para comprender que no todo es posible y que algunos cambios que se reclaman contradicen la esencia del proyecto de Maastricht, que es una unión monetaria sin fiscalidad común.La aparición de Hollande ha acentuado los contrastes existentes y la división potencial entre Francia Alemania, si bien podemos estar de acuerdo en que la quiebra del euro sería un gran fracaso de la burguesía “europea” que lleva apostando por este proyecto de Europa más de 30 años.

De modo que el fiasco es inevitable…

Sí. El fracaso abre una variante especulativa en la que no entro, pero coge a Europa en una débil posición ante los cambios mundiales que se están produciendo. Supongamos, pues, que se quiere lograr con los medios disponibles el “rescate” de nuestro país, más allá del actual rescate bancario. Eso significa que los países fuertes están dispuestos a pagar los costes de “salvarnos” en estos momentos.

Eso de la austeridad y el crecimiento es otra ocurrencia, un engañabobos: es imposible, con los brutales ajustes y recortes decretados y los que se bajaran para que nos “rescate” la UE, pensar en el crecimiento. Todo lo contrario: las cifras de paro seguirán incrementándose de modo pavoroso durante tiempo

Con los eurobonos, para Alemania, el país en mejor posición, se encarecerían sus emisiones actuales de deuda pública, cosa por la que no sienten ninguna pasión. ¿Y cómo se distribuyen los fondos obtenidos con los eurobonos? ¿Cuánto para España, cuánto para Portugal, cuánto para Francia? ¿Y por qué? ¿Más para España dado que su déficit público es mayor porque los españoles como media pagan muchos menos impuestos que los franceses y los alemanes? Y si el BCE ofrece liquidez generosamente al estilo de la Reserva Federal, aunque sea contradiciendo los fundamentos del Tratado de Maastricht y pasando por encima de la voluntad de Alemania, de nuevo: ¿qué criterios se siguen o que límites para cada país, teniendo en cuenta que los más incumplidores fiscalmente son los que más necesitan o que la banca española alimentó una burbuja inmobiliaria disparatada que enriqueció a muchos, entre otros a los propios bancos? No sigo,  esto es una entrevista y no un libro.

Escuetamente ya te diré que no se en qué consiste la “unidad bancaria” y algo fundamental: bien, se superan estos momentos de tensión extrema en España, se la rescata, pero el problema de su enorme deuda como país permanece intacto, y la deuda pública irá creciendo en la parte asignada de los eurobonos o monetizada por el BCE. Como ves, todo muy sencillo, rápido y sin contraindicaciones. Para terminar: eso de la austeridad y el crecimiento es otra ocurrencia, un engañabobos: es imposible, con los brutales ajustes y recortes decretados y los que se bajaran para que nos “rescate” la UE, pensar en el crecimiento. Todo lo contrario: las cifras de paro seguirán incrementándose de modo pavoroso durante tiempo.

La idea de salir del euro, sin embargo, provoca el pánico tanto entre la clase dirigente como en la inmensa mayoría de la población. ¿Cómo tendría que hacerse, cuáles serían los pasos?

Sí, es verdad,  pero le da mucho más miedo a la clase dirigente que a los ciudadanos, como he comentado al referirme a las encuestas. Y esto por varios motivos: tanto el PSOE como el PP hicieron y siguen haciendo del tema de Europa la espina dorsal de su política, sin valorar nunca su significado y sus consecuencias, cuando estaba claro que Maastricht era la clave de bóveda de un modelo neoliberal extremo de la construcción europea. Competitividad sin límite y, al mismo tiempo, sin tipo de cambio para afrontar las diferencias entre países, luego condiciones inmejorables para recortar salarios, precarizar el mercado laboral, imponer reformas fiscales regresivas, privatizar, desmontar el estado del bienestar…. Mientras el PP se sentía en su medio natural, se entiende menos que el PSOE haya acabado abrazado a la unión monetaria con la misma pasión, y de ahí la crisis ideológica de la socialdemocracia y el ridículo que ha acabado haciendo entre los votantes.

Las capas dirigentes no son propicias a reconocer errores y menos a desaparecer cuando se equivocan tan radicalmente. Otro motivo está implícito en lo que acabo de comentar: ¡que maravilla de proyecto! Una década imponiendo políticas regresivas en lo económico y lo social para cumplir las condiciones de convergencia y poder formar parte de la zona euro desde el principio, luego la necesidad imperiosa de practicar recortes para no perder competitividad y ya con la crisis el sueño hecho realidad, con el PP a por todas librando una guerra económica contra los trabajadores y las capas sociales más desfavorecidas con ribetes fascistas.

Y todo el mundo callando… 

Sorprende, desde luego, el silencio cómplice que han mantenido muchos expertos y analistas ante lo que ha ocurrido, así como el pánico que se ha instalado en la sociedad. Hay una cobardía manifiesta, como si no se quisiera afrontar la realidad y se prefiriese descender a los infiernos antes que pararse y ver si hay otra alternativa. Todos los que componen el orden establecido –las tertulias son un buen exponente– hablan de la necesidad inevitable de los ajustes y la reducción del déficit público como si fueran obligaciones impuestas por la naturaleza, como si el mundo acabase donde ellos alcanzan a ver, cuando sólo basta mirar un poco y comprender que cabe otra opción que consiste en volver a la situación  previa al euro tal como la conocíamos  hace sólo 14 años.

Mi confianza es que la lucha y la necesidad de ofrecer una alternativa acaben por hacer evidente que romper con la unión monetaria es inevitable. Estamos en la barbarie

No es la vuelta a la edad media ni a la autarquía. Puedo reconocer  que los cambios producidos complican esa vuelta, pero no al punto de que la sociedad se condene a un período indefinido de sacrificios y desolación  por no querer rectificar unos pasos en falso. La complejidad técnica de ello es innegable, pero del mismo modo que las dificultades técnicas no impidieron adoptar el euro tampoco ahora podrían impedir implantar la peseta. La nueva moneda tendría que sufrir una significativa devaluación  y el Banco de España podría recuperar su prestigio perdido volviendo a sus viejas tareas de  emitir y distribuir la moneda nacional.  Si tiene suerte Grecia, siempre podrá servirnos de modelo.

A pasar del euro a la peseta, las deudas en euros crecerían por efecto de la devaluación. 

Sí, la montaña de la deuda ahí está y veo dos problemas fundamentales.Uno es si se podrá hacer frente a la deuda externa que tiene fundamentalmente el sector privado de la economía–aunque también hay unos 300.000 millones de euros de deuda pública en manos de extranjeros–, sobre todo después de elevarse su cuantía con la devaluación indicada de la peseta. Los euros que se deben valdrán más pesetas. No será posible, y aquí, en una economía de mercado, cada acreedor y deudor tendrá que correr con las consecuencias de sus decisiones en el pasado. Habrá mucha agitación en los mercados, desconfianza generalizada en el país y sin duda muchos impagos, razón por la cual se piensa que a nuestro país no se le dejará caer.

El otro es el volumen alcanzado por la deuda pública, cuyo gran crecimiento es reciente, a raíz de la crisis financiera internacional y la depresión económica que se produjo. Creo que no sería impensable y sí conveniente pedir una quita para aliviar la enorme presión que sufren las cuentas publicas. Esto es un aspecto negativo, pero hay que ponderar que son daños colaterales de una operación, la salida del euro, provocada por las consecuencias  desastrosas acumuladas desde la entrada.

¿Eso sería todo? 

En el nuevo contexto serán necesarias también otras medidas, como el control de los movimientos de capitales, una regulación financiera más rigurosa y cierto grado de proteccionismo selectivo. Aparte, claro, si las condiciones políticas lo permiten por una mayor fuerza de la izquierda, todo un conjunto de medidas económicas y sociales avanzadas e incluidas en los numerosos programas elaborados para “una salida progresista de la crisis”, que ahora no tienen ningún sentido, como una reforma fiscal, una mejora de las pensiones, una prolongación de la protección al paro, liquidez para las empresas, etc.  El panorama económico y político sería muy diferente al círculo que vemos desde el fondo del hoyo.

La decisión de salir del euro necesita mucho coraje por parte de la clase política que maneja el poder. Sinceramente, no veo quién sería capaz de tomar esa decisión. Para ello haría falta esa figura que antes se designaba como “hombre de estado”, y esa es una especie en extinción. Más bien pienso que aquí veremos cómo se aplica la táctica del avestruz. De modo que lo que nos aguarda, creo, es más llanto y crujir de dientes. ¿Por qué crees que la izquierda que está a la izquierda del PSOE no toca el tema a fondo? 

Desde luego, hay que ser muy imaginativo para ver en Zapatero o Rajoy hombres de Estado. El primero ya dio su talla en mayo de 2010, sin contar otras muchas pruebas. Rajoy ha tardado menos en demostrar la suya. Son oportunistas descarados, dispuestos a todo con el rasgo común de ser fuertes con los débiles y mansos con los poderes económicos. Nadie querrá coger el toro por los cuernos, pero fíjate ya que ante el tema del rescate desde las filas del PP se ha mantenido una gran ambigüedad, y declaraciones abiertamente contrapuestas sobre si sería necesario o conveniente ser rescatados. Incluso, algún miembro llegó a decir que ser rescatados no sería el apocalipsis, preparando el terreno para lo que podría ocurrir. Pero lo más importante, creo, es lo siguiente: los hechos, en este caso la cifras, son tan tozudos y la situación es tan insostenible que, con independencia del deseo de los políticos, la cuestión del euro está ya planteada en la sociedad.

El tema lo he seguido muy de cerca y hace un año nadie planteaba en los medios de comunicación la alternativa de abandonar la zona euro. Ahora ya se debate, si no abiertamente, sí con profusión y cada vez con más frecuencia el asunto. Y tengo que añadir que algunos economistas han cambiado de opinión.En lo referente a la izquierda, IU, los sindicatos mayoritarios y otras fuerzas más a la izquierda, lo mínimo que se puede concluir es que no han estado a la altura de las circunstancias. Considerada la evolución del paro, la degradación de los servicios públicos, el cercenamiento de los derechos sociales, y la osadía con que el PP se comporta y amenaza los intereses de las clases populares, la izquierda ha sido derrotada. Ello sin tomar en cuenta datos políticos como la corrupción, la impunidad, la monarquía, la degradación de las instituciones, la represión y el declive moral genérico del país. Esa derrota tiene muchas causas, como todos sabemos, pero parece imprescindible resaltar en el tema que tratamos el debilitamiento ideológico que han sufrido los dirigentes y las fuerzas organizadas de la izquierda.

¿Debilitamiento ideológico? 

Se plegaron a la opinión general dominante, no quisieron valorar correctamente las implicaciones económicas que tenía ni el modelo social que surgía de Maastricht, miraron para otro lado o no se enteraron de lo que se nos venía encima y, en líneas generales, permanecen contumaces en el error esperando ilusamente que la crisis pase. Lo que corresponde, me parece, ante los conflictos sociales que se avecinan, es agrupar a las fuerzas de la izquierda y los movimientos sociales en un frente unitario que por lo menos se comprometa a luchar contra las interminables agresiones que prepara la UE y el gobierno del PP. Mi confianza es que la lucha y la necesidad de ofrecer una alternativa acaben por hacer evidente que romper con la unión monetaria es inevitable. Estamos en la barbarie.

En la versión de Walter Benjamin, la misión de las revoluciones no es impulsar el progreso hacia un futuro imaginado, sino aplicar los frenos y desacelerar la marcha hacia nuevos desastres. Con sus palabras: “Para Marx las revoluciones son las locomotoras de la historia. Pero tal vez las cosas sean diferentes. Tal vez las revoluciones sean la forma en que la humanidad, que viaja en ese tren, tira del freno de emergencia”.  Podríamos darles un homenaje a ambos tratando de impedir que nuestro país se hunda crónicamente en la desolación y la miseria por mantenerse en un proyecto tan contrahecho, disparatado y destructivo, emanado de las clases dominantes para mejor explotar a los oprimidos. 

*Entrevista publicada en “El Viejo Topo”

Malditos funcionarios bastardos

Esta ha sido la consigna de la última semana. El ministro Montoro escupía la filosofía base: los funcionarios están dados al cafelito, practican el fraude horario y militan en la desidia estructural. Todo un pliego de cargos que venía a sumarse a las odas de Aguirre (Esperanza), y a los que sólo había que esperar sentencia. La ejecutó el presidente Mariano laminando todo un mes de salario. Supone la cuarta bajada de sueldo tras el asalto alevoso del presidente ZP en la primavera social-2010, la posterior subida de Irpf y la subsiguiente nueva subida del presidente Mariano sólo un mes después de jurar que jamás lo haría, en un espectáculo de palmaria estafa electoral. Antes ya los funcionarios habían soportado congelaciones salariales, incluso en los mal llamados años de bonanza.

Don Mariano y ZP se han fundido el 25 % de la capacidad adquisitiva de este colectivo en los últimos añitos. Millones de nuestros salarios que van a encubrir las grandes quiebras fraudulentas bancarias que produjeron solos-solitos unos banqueros millonarios y unos políticos serviles e ineptos.

Son estos unos días en que una caterva de neoliberales bien alimentados espetan como los funcionarios son unos privilegiados que, además, no pueden ser despedidos. Los que así se expresan no aciertan a ver como los funcionarios sí estuvieron años “despedidos”. Por término medio el funcionario está cuatro o cinco años preparando oposiciones. Cuatro o cinco años sin ingresos, soportando gastos de preparación a costa de sus padres o, en el peor de los casos, en jornadas maratonianas simultáneas de trabajo y estudio sin fines de semana o vacaciones. Cuatro o cinco años de enclaustramiento, por término medio, aunque también conozco numerosos casos de seis siete u ocho años en dichas dinámicas de “despido” sin prestación o subsidio. Una inversión brutal de tiempo, de recursos propios y de coste psicológico en no pocos casos.

Se miente cuando se dice que España es el país europeo que más funcionarios cobija cuando ni siquiera llega a la media de la Unión Europea con una ratio de 5.5% sobre población, muy lejos del 12.3% de Suecia o incluso de otros “pigs” como Portugal o Irlanda.

Los inquisidores parecen desconocer que en la Administración Pública española existen sueldos de los más bajos del mercado laboral, o sueldos medios a los que cuesta llegar 20 o 30 años de vida laboral, o bien sueldos altos sometidos a un régimen de incompatibilidades tal que sonrojan comparándolos a lo que están ganando muchos de nuestros compañeros de promoción. Sueldos que no disfrutaron de apenas subida en años donde en el macro sector de la construcción se conseguían salarios, pluses e incentivos de dos mil y tres mil euros para el peón de base, de decenas de miles para el ejecutor medio y de millones de euros para cualquier promotor nesciente venido a más a través del contacto en la alta política local y la baja cama financiera.

Vaya por delante que la Administración Pública no es un nirvana perfecto y donde también habita un porcentaje de profesores obtusos, inspectores indolentes, médicos desfasados, policías torturadoes o administrativos de telenovela. Pero la existencia de cierta escoria marginal no puede impugnar la labor del colectivo.

No se puede impugnar el objeto de la función pública porque es delictivamente falsa la correlación de mayor funcionariado con menos eficacia, peores servicios o más endeudamiento público. Falsa porque hay países con record de deuda pública y que, sin embargo, cobijan las tasas más bajas de funcionarios por habitante como son los casos de Grecia (3.30) y Reino Unido (3.41). Y viceversa, ya que los países con las mayores tasas de funcionarios del mundo como Suecia (12.3) o Finlandia (10.6) son reconocidos por ser las administraciones públicas y los servicios más sobresalientes. Hay que repetirles a todos estos agoreros malintencionados que España se sitúa en un porcentaje del 5.52, más bajo que la media europea (vid. E.U., Administration and the Civil Service in the EU 27 Member States ).

Nunca he hecho corporativismo pero va siendo hora ante la desfachatez con la que se está maltratando al llamado funcionario, desde el insulto de no pocos empresarios de Porsche Cayenne y Dom Perignon Oenothèque al exabrupto de algún operario cañí cuya única religión pende del mini-adosado, la Ducati monster y el “yo-soy-españó-españó-españó”. Ambos dos forrados a mayor gloria del icono-ladrillo y la destrucción económica de este país.

Los anteriores personajes son sólo alguacilillos de poderosas instancias internacionales y no menos poderosos think-tank para los que la función pública debe ser progresivamente diluida. Encabezan este agit-prop el Fondo Monetario Internacional y le siguen patronales y fundaciones varias de las que son excelente ejemplo el nacional Instituto de Estudios Económicos o el estadounidense Cato Institute. Según estos edenes del pensamiento la función pública debe ser progresivamente mermada. Sustentan el catecismo de que su existencia es superflua e innecesaria para la funcionalidad de una nueva dogmática administrativo-presupuestaria. Su número debe ser reducido hasta llegar a completar un sinnúmero de privatizaciones de administraciones públicas.

En esta letanía militan los que quieren cargarse el Estado para convertirlo en un Ente Administrativo que funja de consejo de administración de las oligarquías clepto-financieras. Quieren cargarse el principio natural de la función pública, el principio por que el Estado tenga servidores independientes y preparados para poder sustituirlos por lacayos privatizados al servicio de partido, secta o grupo de presión.

La campaña no es inocente. En la demolición del Estado social viene inscrita la demolición del propio Estado y de la soberanía nacional (Brzezinski, 1970). Pero que cuiden, porque tras la desaparición de derechos sociales, tras la evaporación del Estado no existiría sino el estado de naturaleza y llegados a ese punto no habrá ni derechos individuales adquiridos ni propiedades a proteger. Si quieren un mundo de rivalidades y competitividad universal lo pueden tener. A ver quien gana.

Francisco Palacios Romeo. Profesor de Derecho Constitucional (Universidad de Zaragoza). Presidente de Attac-Aragón

Comunicado de las Mesas Ciudadanas de Convergencia y Acción

La salida neoliberal a la crisis financiera y del euro solo busca salvar a los bancos, pero no restaurar los derechos sociales y laborales arrancados a las clases populares.

Cuando en febrero de 2011 surgieron las Mesas de Convergencia, con un llamamiento antineoliberal a la unidad de acción y la conjunción ciudadana frente a la crisis sistémica que dejaba abandonadas a su suerte a las personas, fuimos un grito que retumbó en un auditorio Marcelino Camacho lleno a rebosar. Desde su tribuna, hombres y mujeres de todo el estado español, de todas las sensibilidades, movimientos, partidos de todo el espectro progresista y sindicatos, a título individual, denunciamos lo que ocurriría si no uníamos nuestras voces y nuestra acción frente a las propuestas neoliberales.

A pesar de dos huelgas generales y el surgimiento de ese gran movimiento de regeneración democrática que es el 15M, a pesar de que la  ciudadanía ha llenado las calles en numerosas ocasiones, los recortes -agudizados desde la llegada del PP, de la DERECHA, al poder- continúan. La salud y la educación son la última ofensiva del capital, de los mercados, del gobierno. Pero no serán los últimos. Pronto las prestaciones por desempleo y las pensiones pueden sufrir nuevos embates.

Estos días, en la reciente cumbre de la Unión Europea, se ha transmitido la sensación de que el Reino de España había salido fortalecido por las políticas a implementar en los rescates bancarios directos, así como por la posibilidad de los estados de pedir financiación directa al Banco Central Europeo. Pero desde las Mesas Ciudadanas de Convergencia y Acción se denuncia que todas estas medidas favorecen única y exclusivamente a los bancos, al sistema financiero y no a las personas y sus derechos. Las autoridades de la Unión, todas ellas, han ido a salvar la moneda y la banca. En esta cumbre no se ha hablado de restituir derechos sociales, de mejorar el estado del bienestar, no. La propia Angela Merkel ha advertido de que todo acuerdo y/o compromiso tiene su letra pequeña. ¿Cuál es la letra pequeña de este rescate puramente bancario?

Rajoy sigue hablando de “reformas”. Mucho nos tememos que el verano será utilizado para profundizar en los recortes. Por tanto, tampoco entendemos la alegría del partido socio-liberal PSOE, ni mucho menos la afirmación de un cambio de tendencia en Europa.

Nos preocupa, y mucho, el llamado Pacto de Estabilidad, que, aprobado por todo el arco parlamentario excepto La Izquierda Plural, consagra la tiranía alemana y del Banco Central Europeo para imponer todavía más políticas de “austeridad” y cargar sobre la ciudadanía la factura de la crisis y la deuda privadas, facultando además a la UE a intervenir y fiscalizar a un estado en teoría independiente.

Exigimos la denuncia por parte del Estado Español del Pacto de Estabilidad y Gobernanza Europea. Es indigno y acaba con nuestra soberanía.

Insistimos, la convergencia en las luchas y movilizaciones es el único camino. Saludamos los intentos de buscar esta convergencia por parte de personas e iniciativas diversas, que plantean ahora pasos y referentes hacia ella, de la misma forma que nosotros lo hicimos hace más de un año ya, en el que no hemos dejado de trabajar, conectando con el 15M y con los sindicatos. Es, pues, necesario seguir confluyendo.

En estos momentos tan graves que estamos viviendo, las Mesas reflexionamos y proponemos a la sociedad:

1. Nacionalización de la banca. Los bancos rescatados ya con más de dos billones de euros de fondos públicos europeos y en particular los bancos españoles rescatados, son nuestros. El dinero de los rescates es público. Luego exigimos ya la nacionalización de la banca, pues su capital es nuestro. Nacionalizaciones, no como la de Bankia, sino reales y con control cívico, y actuaciones financieras éticas. Que el crédito vuelva a fluir a pymes y familias.

2. Prohibición de los desahucios a familias en paro o bien en riesgo de exclusión. Constitución de un Parque de vivienda pública de alquiler social, con las viviendas apalancadas por la banca.

3. Derogación de las contra-reformas laboral y financiera. Derogación de los autoritarios decretos-leyes que cercenan la salud, la educación y los copagos injustos y criminales.

4. No a las subidas del IVA, máxime sobre productos básicos y de primera necesidad. Reforma fiscal progresiva y justa, con la eliminación de las SICAV y la prohibición de operar en Paraísos Fiscales. Persecución del fraude fiscal de grandes empresas y bancos.

5. Recuperación de la soberanía popular y de la soberanía estatal. Proceso constituyente, pues la Constitución del 78 ha quedado fuera de lugar, tras la modificación exprés que consagra el déficit por encima de las personas y tras la vulneración de los derechos sanitarios, educativos, laborales, libertad sindical y de vivienda.

6.  Derecho al trabajo.  Hay que combatir el desempleo con medidas tales como la reducción de la jornada de trabajo, y, en última instancia, garantizar una renta a las y los parados, que les libre de la exclusión social y les permita afrontar la vida con dignidad.

Ante esta situación, solo las movilizaciones convergentes entre movimientos cívicos y sociales, los sindicatos y las asambleas populares y de barrio, podrán torcer este rumbo. Las marchas y la huelga minera del carbón señalan el camino. Por eso, todo el que pueda el día 11 de Julio debe estar en Madrid, con los mineros. Ese es el camino, junto a una amplia convergencia política y político-social de toda la ciudadanía que se opone al neoliberalismo.

Wyoming revienta: Rajoy "no es el puto propietario" de España

Hugo Martínez Abarca

Quienes no seáis de Madrid es difícil que os hagáis una idea de en qué estupidez consisten las “autopistas radiales“. Recordaba El País  ayer que Aznar inauguró las radiales afirmando que eran “una de las infraestructuras más importantes de los últimos años” que mostraban que “ya no somos el viejo país atrasado que se queja, sino un país moderno y próspero”.

Normalmente las autopistas de peaje corren en paralelo a carreteras antiguas de un solo carril por sentido y que no cambian en ningún caso un puerto por un túnel. Es lo que hace que valga la pena parar un minuto para pagar algo. Las radiales de Madrid en cambio van en paralelo a autovías gratuitas de dos y en ocasiones tres o cuatro carriles por sentido que no tienen ningún problema. Uno puede elegir entre hacer un recorrido gratis y hacer el mismo recorrido pagando. Se supone que por lo que se paga es por evitar el atasco de la gratis: el atasco para los pobres. Pero lo cierto es que esos atascos de las viejas operaciones salida se producen como mucho una o dos tardes al año y nadie garantiza que en tales ocasiones también esté atascada la autopista de pago. Ir por una radial básciamente es decidir pagar por algo que tienes gratis. Y la gente, que es de natural tacaño, elige gratis. Y los señores de las autopistas (las constructoras) no ingresan.

Son nuestro aeropuerto de Castellón o de Ciudad Real.

Hace un par de días volvió a la luz una noticia que se reitera cada pocos años: entre todos vamos a poner dinero para ayudar a las concesionarias de las radiales, que no hacen el negocio que preveían pese a que la luminaria de las Azores explicó al inaugurarlas que “abrirse a nuevas fuentes de financiación de iniciativa privada no solo aporta fondos, sino que imprime una gestión más eficaz“. Y con esa tacañería nuestra que nos llevó a optar por el gratis total en vez de aprovechar esa eficacísima gestión nos quejamos de que Aznar no nos avisara de que se refería a fuentes de financiación pública para la ruinosa iniciativa privada.

El rescate a las constructoras de las autopistas tiene una virtud que no deberíamos infravalorar: es sumamente pedagógica. Permite de un plumazo comprender exactamente en qué consiste el rescate de los bancos y en qué la condena de las comarcas mineras.

Nos dijeron que había que rescatar a los bancos no por sus accionistas ni sus consejeros sino por esa lastimosa anciana que tiene sus ahorros en una cartilla gracias a que no fue a la oficina bancaria el día en que la iban a convencer de que pusiera esos ahorros en preferentes. Nos dijeron que no rescatar a los bancos sería un desastre para los pequeños ahorradores, esa supuesta clase media que tanto preocupa.

¿Y las constructoras de las autopistas de peaje? ¿Qué excusa tenemos ahora? Si alguien tiene sus ahorros puestos en las autopistas son sólo los accionistas que jugaron a ganar dinero si el negocio iba bien asumiendo que lo perderían si iba mal. En general quien pueda haber perdido dinero serán las grandes fortunas del ladrillo propietarias de las constructoras. La prioridad no era esa vieja con libreta sino las grandes fortunas del país. Si la prioridad fuera la vieja con libreta se podría haber cubierto sus ahorros sin rescatar el conjunto del banco, pero ella era una simple excusa para salvar a esa élite empresarial que nos ha llevado a la ruina dos veces: primero porque aquella iniciativa privada no era tan eficaz y segundo porque su ineficacia la pagamos con financiación pública (eso que llamábamos papá Estado cuando servía para ayudar a la vieja de la libreta). Si se hubieran rescatado los bancos pensando en los pequeños ahorradores ahora se habría dejado desplomar las autopistas porque no hay nada de eso en juego. Era mentira.

No hay dinero para mantener las minas de carbón, dicen. Lo que falta son 200 millones de euros. Cabe pensar que hace falta un nuevo modelo energético pero ese no es el asunto (también se está mandando a la mierda la inversión en energías renovables). Ninguna comarca (salvo acaso alguna calle de La Moraleja) entrará en depresión si se cierran las autopistas radiales. En cambio varias comarcas enteras se hundirán si se cierra la explotación del carbón: la ruptura de los acuerdos se hace sin haber llevado a cabo ningún plan de reconversión de las comarcas, simplemente se desmantela lo que les da vida económica, la mina, se lleva a la miseria a comarcas enteras por 200 millones. Aproximadamente dos tercios de los 290 millones que vamos a poner para que los constructores de las radiales no pierdan dinero.

No todo son desventajas en el rescate de las autopistas. Tiene la virtud de la obscenidad que hace tan evidente en qué consiste lo que nos están haciendo. Es una agresión de clase del 1% (banqueros, constructores) frente al 99%. No hay más: ni pequeños ahorradores, ni modelo energético ni gaitas. Hay que ponerlo todo para rescatar al 1%. Es lucha de clases. Y la van ganando.

"Esta crisis es un robo, una estafa que la buena gente seguirá pagando"

'Creer es crear: el futuro no es inevitable, es inventable'. Este es el título de la conferencia que ayer el economista, escritor y experto en Psicología del Liderazgo Álex Rovira ofreció en la Confederación Granadina de Empresarios (CGE). El mensaje de fondo está claro: cambiar no sólo es posible, sino necesario. "O cambiamos de verdad muchas cosas o peores crisis vendrán", asegura Rovira, que apunta que "sin consciencia no puede haber gestión, sin respeto a lo humano no puede haber calidad a largo plazo".

-¿En qué dirección tienen que ir esos cambios de los que los ciudadanos se tienen que hacer conscientes?

-Hay que buscar una economía mucho más humana y con mucho más sentido. No podemos seguir sin redistribuir la riqueza, no podemos tener un crecimiento económico ilimitado en un mundo limitado. Creo que en el futuro tendremos que encontrar un equilibrio entre la creación de prosperidad y el mantenimiento de la tierra.

-¿Hacia dónde vamos en los próximos años?

-En lo político, los sistemas democráticos tienen que reforzarse mucho más. Y eso no se puede hacer más que con la educación y la cultura. No puede haber brotes verdes si no siembras antes. Más allá de la educación, en el caso de nuestro país tenemos que pensar qué queremos ser, qué seremos. Nadie lo sabe y eso es muy grave. El señor que se presenta a una función de gestión de alta responsabilidad tiene que tener un proyecto y tiene que declarar el proyecto antes de las elecciones, sea del signo que sea. ¿Qué queremos ser? ¿Queremos ser la Florida del mundo, el destino de clase media del turismo mundial? ¿Queremos ser eso? Pues díganlo. La visión de un Estado no se hace en un año ni en dos y lo que define a un estadista es la capacidad de generar una visión coherente, asumible, que tiene en cuenta las capacidades de su gente y territorio, y que además genera una ilusión. Pero siempre con los pies en el suelo. Hay un optimismo ingenuo altamente tóxico que dice que todo va a ir bien pero no hace nada. Yo creo más en un optimismo práctico.

-¿Se están haciendo bien las cosas, hay un proyecto de lo que España debe ser?

-No, no, no, no, no... Ni ahora ni antes. Se pueden hacer las cosas mejor, con sentido común. Se está gastando dinero en rescatar a una entidad financiera. Pues no, que paguen con su patrimonio los que han estafado y han robado. Pero Rodrigo Rato no va a declarar porque hay una connivencia. Tú me das dinero de los ciudadanos para que yo financie infraestructuras inútiles o incluso campañas electorales, y aquí todos callamos. Por eso esta crisis es un robo, una trampa, un hurto. Pero los ladrones de guante blanco no irán a la cárcel. Y la buena gente, como siempre, seguirá pagando. Por eso hasta que no cambiemos esto de verdad, y puede llevar tiempo e incluso alguna revolución, van a venir más crisis. Es de sentido común.

-Entiendo entonces que cuando habla de buena crisis no se refiere a esta...

-En el mundo de la pareja, con los socios, con los hijos e incluso con la salud misma, una crisis puede ser una buena crisis. El problema es que una crisis, si no se gestiona bien en el tiempo, se convierte en desgracia o en tragedia. Por definición la crisis admite reversibilidad. Pero cuando no se habla y se oculta, acaba llegando la tragedia, la desgracia. Hace tres años y medio, cuando escribí La buena crisis, era el momento de hacer cosas diferentes, pero no se han hecho. Han pasado tres años y pico y ahora se están tomando medidas que deberían haberse tomado entonces. Y se están tomando tarde y mal.

-¿Qué debería haberse hecho, cómo debería haberse gestionado la crisis?

-Diciendo la verdad, es muy simple. Al final digo muchas obviedades, soy como el niño que dice que el rey está desnudo. Tendrían que decir la verdad, decir que las cajas han prestado los ahorros de la gente trabajadora para la obscena promoción inmobiliaria. Yo lo resumo en una frase que repito mucho: hemos comprado con dinero que no teníamos cosas que en realidad no necesitábamos, para impresionar a quienes no conocíamos, avalándolo con activos que no valían ni mucho menos lo que costaban en un sistema financiero mal regulado y nefastamente gestionado políticamente. Son siete negaciones de la realidad. Hay que decir la verdad. Pero aquí en cambio se tapa la porquería, se mete debajo de la alfombra. Todos han hecho uso consciente de la corrupción y han robado a señoras viudas y jubiladas con acciones preferentes que no podrán volver a cobrar en su vida. Es más que indignante, es más que indecente, es vomitivo. Pero ellos no se descuelgan y siguen reclamando millones de indemnización. Es brutal, no hay palabras para expresar la ignominia. Han pervertido el sistema. Esto no es una crisis, es una violación moral.

-No le veo muy optimista...

-Mi optimismo no está en la política ni en las finanzas, mi optimismo está en la buena gente. Yo creo en el ser humano y creo en la bondad y en la buena gente. Hay mucha buena gente en este mundo, pero esos no quieren ser directores de banca, ni secretarios de Estado, ni ministros. Se dedican a cuidar su jardín y a su gente. Sólo hay dos razas de seres humanos, que no se definen ni por el color de la piel, ni por la ideología, ni por la religión: los decentes y los indecentes.

-¿Nos han tocado muchos indecentes?

-A manos llenas. Y además no tienen el coraje de decir las cosas por su nombre.

-¿Cree que la suma de las voluntades individuales puede generar el cambio?

-Yo soy de Barcelona y este año se ha conseguido parar 100 desahucios, precisamente porque un grupo de personas ha dicho no, esta familia no va a la calle porque usted le haya estafado. Siempre han podido. Mire la revolución francesa. Los que están en el poder acaban perdiendo el sentido de la realidad la mayoría de las veces. Y como tienen acceso a enormes bolsas de dinero, van a saco. El poder corrompe a los corruptibles, así que lo que hay que tener muy en cuenta es si quien está gobernando es un corruptible.